lunes, junio 30

Idiota, pero limpito.

Epicarmo se comió una pera al Grand Marnier. Cortó trocito a trocito y fue degustándola con paciencia, minuciosamente, como debe ser, para no mancharse con la salsita. Satisfecho como lo estaría una oveja luego de una tarde pastando a mandíbula suelta, pagó su cuenta y volvió a la oficina.

Epicarmo era prolijito y limpio. Porque de chiquito le habían enseñado a comer sin volcarse, sin mancharse y sin ensuciarse, así, ¿ves, Epi?, sin tirar, ¡muy bien Epi!¡muy bien!. Y de esta suerte las cosas eran más ricas y él se convertía en el nene más adorable y prolijito del planeta.

Epicarmo había dejado que este hábito se propagara a todas las áreas de su vida: nunca un ojalillo en las hojas de la carpeta del colegio, nunca un borrón, nunca una horrenda mancha de tinta. Epicarmo cumplía con las enseñanzas maternas al pie de la letra. De modo que cuando, por ejemplo, las urgencias del amor lo agobiaban, Epicarmo prefería mano y pañuelo a los efímeros espasmos que podría ofrecerle la caverna húmeda y sucia de alguna fémina enamorada. Epicarmo había aprendido que eso era antihigiénico y que no había nada más desprolijo y desordenado que las contorsiones y jadeos del amor. Quietecito y silencioso Epicarmo se vaciaba en el baño de la oficina, depués de haber estado contemplando durante todo el día el escote de Consuelo, la secretaria (pensar en el mullido espacio entre dos tetas era más pulcro que pensar en agujeros). Depaciosamente, sin salpicar y casi sin gemir llevaba a cabo su tarea: quien lo hubiera escuchado desde detrás de la puerta habría pensado en un cansancio de paloma, en una leve brisa de otoño, tan delicado y ordenado era. Luego se lavaba las manos con el jabón fragancia Jazmines de la Rivera que la empresa solícitamente colocaba para beneficio de sus empleados y se olía las manos repetidas veces. Cuando regresaba a su escritorio la secretaria pensaba “Este asqueroso habrá estado rascándose el culo y ahora se huele los dedos como si los tuviera bañados en Chanel No. 5” y repugnada, daba vuelta la cara dejando aún más al descubierto sus grandiosos atributos.

Era una lástima, que juzgaran a Epicarmo por lo que no era.

Ese día, como todos los días, Epicarmo entró a la oficina disimulando prolijamente un vaho de Grand Marnier que se le filtró desde las profundidades del estómago. Saludó a Consuelo con su sonrisa amable y civilizada y fue a vaciarse al baño, pañuelo en mano: le daba no sé qué dejar que sus fluidos entraran en contacto con el agua del inodoro.

viernes, junio 27

Réquiem para Antonio Durán Valdez

–A ver, a ver. ¿Se puede saber por qué carajo se te dio por eliminarme?
–Porque me cansé de vos. Por eso.
–Esa no es respuesta.
–Por santurrón, chupacirios, floripondial.
–¿Flori cuánto?
–Floripondial y relamido.
–Relamido tu culo.
–Por vos, Antonio, por vos, que ya no existís.
–Pe-pe-pero...
–Te estás desintegrando, mi mente dejará de pensarte, Amelia dejara de escribirte, Dios dejará de amarte...
–¿Cómo? ¿No era que Dios no existía?
–Para mí, ni idea, pero para vos existía. Entonces: Dios dejará de amarte, y Nadia Boulanger dejará de escucharte, y yo dejaré de soñarte. En definitiva, no existís Antonio Durán Valdez. Por más nombre de telenovela que te haya puesto. Adiós, Antonio, Adiós. Mi pañuelo hoy blandiré por vos.
–Mirá que sos buena para la poesía.
–Buenísima. Escuchate esta: rajá, turrito, rajá.
–¡Qué carácter!

jueves, junio 26

Realismo Mágico

Hoy me percibo rara. De repente me asedió una sensación “García Márquez”. Sí, dulce zarpazo de general caliente, algodón ensopado en los efluvios de tu boca oculta, María Manuela de mi corazón, ya déjame desgarrarte las carnes, qué tanto, y ven y dame lo que es mío, a un general no se le anda con remilgos, qué carajo.
Una cosa por el estilo. ¿Se entiende? Algo así como: ven, María Manuela, y hazme sentir el aroma a canela y sudor de tu piel de animal en cautiverio, no impidas que esta verga descomunal que Dios me ha dado (el Señor te la conserve rogaban las gitanas) recorra el camino a la penumbra de tu vientre y ahí se deshaga en espuma.
Una onda así, bien García Márquez, medio erótica y aromática.
Sólo que yo no soy García Márquez. Pero podría transformarme en María Manuela, por qué no.
Ahora me falta el general.

miércoles, junio 25

Tres deseos, o uno solo

Ojalá que me muera. Sí, ojalá que me muera así todos se ponen tristes. Así mi jefe dice “era una gran colaboradora”, porque ahora se dice así: colaborador. Uno ya no es empleado ni asistente: uno es un colaborador. Tiene un tono de motivación que parece que aumenta el compromiso de la gente con el trabajo. Y mis compañeros dirán: siempre ayudaba a todo el mundo, siempre con una sonrisa y buena predisposición. Y qué culo tenía, pensarán pero no lo dirán porque no quedaría muy bien de acuerdo con las circunstancias.
Ojalá que me muera al atardecer, así todos comentarán: pobrecita, se fue con el sol, ella misma era un sol y ya no está para iluminar los días grises del invierno de nuestras vidas. Aunque no sé si tan poéticamente lo dirán porque la verdad es que la gente es bruta. A nadie se le ocurren palabras tan hermosas para expresar el borbotón de sentimientos que inunda su corazón. La noción de que soy como una luz la tienen, eso sí, y me echarán de menos. Pero no podrán formularlo de esa manera, los muy bestias.
Ojalá que me muera así puedo comprobar cómo mi suegra se alegra y mi marido llora desconsolado. Sí: que vea que ninguna mujer es como yo; que se pudra de soledad cuando nadie se le enrosque bajo las frazadas con la sensualidad con que yo lo hago. Ojalá que me muera a ver si de una vez por todas se atreve a pellizcarle las nalgas a la vecina (que no deja de mirárselas el muy cerdo, ni por respeto a mí) y así me río cuando ella le de una cachetada y le deje los dedos marcados como las rayas de una cebra azteca.
Ojalá que me muera así mis amigas se juntan a hablar de mí y recordar lo maravillosa que era con ellas, qué buena persona, la mejor amiga y confidente que jamás haya habido sobre la tierra, y qué gordita se había puesto en los últimos tiempos, dirá alguna envidiosa, pero era porque tenía problemas hormonales, dirá la otra, ¿no estaría embarazada?
Ojalá que me muera así salgo en la televisión en los diarios, y todos sufren mi ausencia inesperada como un dolor lacerante que con nada puede calmarse, etc, etc.
¿Por qué será que uno se tiene que morir para que lo quieran más?

martes, junio 24

De amor y de odio

Odio que me mire. Me enferma que mire a otras. Odio que mastique ofreciendo una visión pormenorizada del contenido de su almuerzo. Odio que hable. Revuelve el café como si quisiera convertir la taza en un lavarropas, y por supuesto, odio eso también. Odio que permanezca en silencio por más de dos minutos seguidos. Detesto que se suene la nariz cuando está resfriado, pero creo que detesto más que deje subir y bajar libremente el producto de su resfrío por los conductos respiratorios. Odio la sonrisita de seductor que ensaya cada mañana frente al espejo del baño y odio la cara de preocupación con que se acuesta por las noches. Odio que no quiera coger más seguido, pero no puedo soportar que me ponga un solo dedo encima cuando se levanta inspirado. Odio el olor a pasta dentífrica. Odio que no se lave los dientes.
Me molesta profundamente que no me preste atención y sin embargo, por alguna razón que desconozco odio que comente lo que hago y lo que no hago. Lo odio y me odio por odiarlo tanto. ¿Habrá llegado el momento de decir adiós? Odio la mera idea de la separación. Detesto la posibilidad de continuar con este tedio intolerable in aeternum.
¿Y si mejor me pego un tiro?

lunes, junio 23

El exilio y el reino

Ya estoy harta de los que se van a vivir afuera y cada vez que vienen de visita hay que cambiar la agenda para verse cinco minutos de tres a cuatro de la mañana. Estoy harta de que te pregunten las mismas pelotudeces de siempre –¿Así que se murió tu abuelita? ¿A no? ¿Entonces era tu perro?– y cuando les quiero decir “Che, acabo de darme cuenta de que yo, en realidad nací para cheff, ni médica, ni banquera, ni profesora de inglés: soy cheff de verdad, lo mío es la cocina, he encontrado la verdadera vocación” empiecen a hablar de lo mal que anda este país, que los políticos, que la corrupción, que afuera las cosas funcionan, que amíquécarajomeimporta, para qué se quejan, por qué no se habrán quedado donde estaban.

Así que de ahora en más, voy a hacer una reunión anual para que los siete u ocho traidores a la patria que huyeron a la mierda sin importarles tres pitos de lo que a MÍ me pasa cuando me entero que se van (cosa que es lógica, no tengo por qué ser una variable de decisión en la vida de los demás) y que cada vez que me hablan me dicen que cómo extraño, que qué difícil es sobrevivir en el exterior, que la vida en Bostwana se complica hasta en las trivialidades, que limpiar los inodoros de París suena a glamour pero nada que ver, que la soledad se hace más infinitamente intolerable cuando uno está sirviendo tragos en Tombuctú, que los combo de MacDonalds de North Carolina no son lo que los de Buenos Aires, que todo se magnifica con el océano o la cordillera o el lago Titi-Caca de por medio etc, etc., vengan a visitarme.

Sí. Voy a hacer una reunión anual para que viajen específicamente a verme a mí, reunión que coincidirá preferentemente con el día de mi cumpleaños. Sí señor, se me vienen todos desde donde estén y ahí nos reunimos y me dan todos los regalos que obligatoriamente tendrán que haber comprado para mí en el país donde hayan decidido exiliarse: máscaras de gas norteamericanas, chocolatines belgas, literatura escandinava, azafrán español, cotonetes bolivianos, papel higiénico francés y matracas brasileras por citar algunos ejemplos. Coordinamos horario y lugar y charlamos y lloran a piacere porque extrañan el mate, el asado y el dulce de leche y a mí me dejan de joder. Yo mi agenda, no la cambio más.

viernes, junio 20

La mujer maravilla

Ella sabía que todos se enamoraban de ella apenas sus ojos se cruzaban con su presencia. Sucedía tanto con hombres como con mujeres: es que ella era irresistible, no podía remediarlo. Y por eso trataba de disimular, para no ser tan avasallante. Para no andar rompiendo corazones gratuitamente. Entonces cuando alguien le hablaba se reía a carcajadas o profería insultos que, creía, la harían lucir menos femenina. Se vestía de negro. Ignoraba la existencia del maquillaje o de la peluquería. No los necesitaba y además, si hubiera echado mano a esa clase de recursos, su magnetismo hubiera sido aún más catastrófico para la gente que la rodeaba, de eso estaba absolutamente convencida.

Si se tomaba un cafecito en la barra de un bar, era inevitable que el barman terminara regalándole un segundo pocillo y le preguntara si el anillo de su mano izquierda significaba “eso”. Sí, “eso”, y no daba más explicaciones, para no ilusionar al barman, ni tampoco ilusionarse ella. Qué lamentable, tan comestible que se la ve, con esos dientes a los que uno les pasaría la lengua como a un caramelo de ananá, estaría pensando el barman, no cabía duda.

Si se tomaba unas copas de vino en una reunión con amigos, era seguro que alguna de las chicas invitadas había de acercarse a ella más de lo que las convenciones prescriben. Ella no vería ningún inconveniente en eso: ser cortejada por una de su mismo sexo le atizaba el morbo. Pero eso sí, a no alimentar esperanzas, no quería que la otra se sintiera utilizada. Por lo tanto la conversación terminaba abruptamente, con un silencio de precipicio de esos en los que nadie se atreve a dar un solo paso más.

Ella era maravillosa, hermosa, inteligentísima. Y ese era su principal problema. Por eso estaba tan sola, porque no quería sentirse culpable de andar rompiéndole el corazón a todo el mundo.

jueves, junio 19

Diálogo con escritora, adulador al tono e intentos de polisemia:

...
–Te admiro, tus libros me han parecido hermosísimos, estoy tan emocionado de estar aquí con vos. Yo quería preguntarte una cosa, si me lo permitís. ¿Cuando vos escribiste “Clodomira se asea”, quisiste apuntar a la intrascendencia ontológica del acto como acto en sí? O tu intención era señalar que Clodomira es una chica pulcra y de su casa y no una mugrienta olorosa a pescado podrido de esas que uno las siente venir veinte kilómetros antes de que lleguen.
–Es cierto, sí, efectivamente, hay algo de arcano en la acción aparentemente trivial de Clodomira enjabonándose las partes.
–Yo creo que esa es la magia de la literatura. El creador dice “Clodomira se asea”, y todos quedamos en éxtasis ante la imagen evocadora de tantos polvos echados en baños públicos y plazoletas de barrio; ante el recuerdo del olor a puerto marplatense de la tal Clodomira contrastando con el perfume embriagador del Heno de Pravia sabiamente distribuido sobre la piel que se adivina suave.
–Me alegro de que hayas podido ver todo eso. Sos un lector atento, audaz.
–Es que vos tenés esa capacidad... esa habilidad para hacer sonar la cuerda más íntima de quien tiene la dicha de leer tus textos. Cuando “Clodomira se asea”, uno siente verdaderamente el estremecimiento de la piel de Clodomira ante el contacto con la esponja. Uno puede imaginar la piedra pómez recorriendo la geografía de sus pies y el sonido de la música del agua bajando alegre hacia el agujero de la bañera. Envidio el erotismo que tus escritos dejan traslucir así como si jamás te lo hubieras propuesto.
–Es que ese es mi secreto, transmitir imágenes diversas a partir de ideas simples. Porque yo soy una escritora con todas las letras.
–La E de efímero elefante ecuestre, la S de solitaria sardina siberiana, la C de creativo cántaro colorado, la R de rutilantes rinocerontes rwandeses, la I de inquieta inspiración istriónica, la T de temporáneo tomate, sí temporáneo tomate, ¿o preferís que use tres palabras todas las veces? La O de obnubilación ortogonal, la R... la R ya la dije, ¿de qué era...? ¿R de romántico rende-vouz? Y por fin la A, de alondra anticipada y ardiente.
–Gracias, gracias, no es para tanto. Ah... disculpe que me entrometa, pero histriónico es con H.
–H de hermosa.
–Gracias, que me hace ruborizar.
–Faltaba más.

miércoles, junio 18

La receta de la semana

Estimados televidentes, hoy tengo el placer de presentarles un nuevo plato con propiedades digestivas, anque paliativas. Para usted querida señora, que nos sigue día a día, y por qué no, para usted señor, que hace dos años que está de licencia involuntaria –qué diría Keynes si nos viera– hoy he de enseñarles a preparar unas perles de realité à l’éczkabéch. Sí, realité à l’éczkabéch. Lo mejor de la cocina de Europa Oriental, con un touch de L’Île de France, para acallar los gritos de nuestro corazón y disfrutar en familia dentro de la clase social a la se que pertenezca.
Así que atención todas las María Pías desde Tiny Turtles, Las Lomitas, Los Arbolines y Las Mandolinas Vernáculas: primero, toman los dos o tres pesitos que les quedaron en el corralito (vamos chicas, a no hacer mohines que sabemos que el grueso del tesoro familiar está overseas); les adicionan la mega devaluación que les arruinó las vacaciones de invierno con toda la familia en Disney y mezclan, fusionan, ligan. Con eso arman una pastita, y con los deditos forman unas esferitas de un radio de un centímetro aproximadamente. Por último, las colocan en un frasco de boca ancha con aceite y vinagre y dejan reposar durante unas horas.
Vamos señoras, a no ponerse plañideras que queda cursi, háganse unas perlas y disfrútenlas con unas copas de champagne. La que ya se consumió los últimos cartuchos de Pommery o Don Perignon, puede optar por alguno nacional, o en su defecto, una deliciosa sidra manzanera.
Y la próxima vez que vayan a Europa, a no joder con los perfumes de Kalvin Klein ni con las cremitas de Lancôme para las patas de gallo. Queridas, se me colocan unas rodajitas de pepino en los ojos, unas claritas de huevo en las mejillas, y si todavía no están conformes, una berenjenita en el orificio que más cariño les provoque. Por supuesto que está permitido el uso de vaselina. No vaya a ser que se sufra más de la cuenta.
Si usted pertenece al sector de la clase trabajadora, o directamente clase, porque que ya ni trabajo tienen, se prepara las perles de realité à l’éczkabéch con inflación, desempleo y alguna que otra cagada a golpes que se haya ligado por ahí. Y por favor, no se me queje, ¿qué más quiere que esta entrañable licencia involuntaria que le permite relajarse y regocijarse con sus seis hijos concebidos todos por obra y gracia del forro de su marido? O mejor dicho, de la ausencia del forro de su marido. Y siempre sin vaselina. Las cosas por su nombre, como deben ser.
Si usted en cambio es uno de los afortunados miembros de la gloriosa clase media argentina, debo comunicarle –esa es una de mis obligaciones por tener la buena estrella y la responsabilidad de contar con un espacio televisivo– debo comunicarle que usted, lamentablemente, no existe.
¡CORTEN!
¿Cómo que corte? ¿Y ahora qué zarabanda les ocurre? ¿Que no sea tan directa? Pero si yo hablo clarito, como debe ser. ¿Qué? ¿Que prefieren que use algún eufemismo? ¿Y qué se supone que diga? ¿Que están en vías de extinción? ¿Eso quedará mejor? ¿Les parece?

martes, junio 17

Ssshhh...!!!

Parece que cuando se tiene entre manos un recipiente que ha sido llenado poco a poco con silencios, nadie se atreve a pronunciar palabra por miedo a ensuciar la torpe transparencia de su contenido. Y así hoy él o ella o quien se quiera, han decidido mantener en blanco el redondel reservado para diálogos. O bien dibujan silencios de blancas, negras o corcheas, que aunque simbolicen algo, ese algo no es más que pedazos de silencio de diferentes tamaños.

-Señorita.
-¿A mí?
-Sí a usted. Deje de una vez ese teclado.
-¿Y usted por qué no se mete en sus asuntos?
-Yo vengo en una misión de preservación del medio ambiente.
-Usted debería tener por misión el cuidado y vigilancia de su retaguardia, no sé si soy clara.
-Clara... clara no podrá serlo jamás. Señorita, yo he sido designado para detectar y deshacerme de todo agente que provoque polución ambiental. Es mi obligación advertirle...
-Pero si yo no fumo.
-No, peor. Usted escribe.
-¿Y eso qué tiene de malo?
-Para que se entere, la palabra es perjudicial para la salud, no sólo de quien la produce, sino de quien la recibe.
-¿Qué me dice?
-La palabra contamina.
-¿Le parece?
-No me parece, ha sido científicamente comprobado por un grupo de renombrados estudiosos del tema. El austriaco Ludwig Wittgestein para empezar.
-Erm. Eh. Entonces...
-¿Entonces qué?
-¿Tengo que dejar de escribir?
-Tendrá que someterse a unas pruebas y análisis específicamente diseñados para la detección y circunscripción de organismos patógenos. Necesitaremos un frasco con una muestra.
-¿Y qué tengo que hacer?
-Cuando recoja la muestra, trate de no salpicar. Tendrá que embocar todo el contenido dentro del recipiente, que deberá ser previamente esterilizado.
-¿Esterilizado?
-No lea nada durante 72 horas. Nada de nada. Así podremos detectar todos los gérmenes contaminantes de origen propio. Está permitida la utilización de embudos.

Crónicas Sabatinas:

Y habiéndose levantado de su lecho a tempranas horas de la mañana, y habiendo visitado más tarde lo que algunos llaman zoológico y otros parque de temas, terminó el día en una de las más tradicionales iglesias destas tierras, desas donde bodas de señoritas de gracia Remedios, Rosario, Mercedes o Felicitas se celebran sábado tras sábado, domingo tras domingo, bajo la bendición de Nuestro Señor y también de Nuestra Santísima Señora que a todos guarda e ilumina.

Y no llegó a asombrarse después de haber contemplado aquel día tanto pato, gallareta, grulla, yacaré y murciélago, no llegó a asombrarse, decía, al ver sus ojos entrar en el templo una cucaracha vestida de blanco para la ocasión --que no por ser de complexión cucarachezca dejará la novia de ponerse níveo traje o de montarse en limusina de alquiler--.

Y díjose --mientras sonreía y preguntábase si Franz hubiera admitido que Gregor Samsa no había sido tan estrafalario personaje comparado con lo que ella estaba observando en ese minuto--, díjose a sí misma, a modo de explicación y justificativo, que no por ser la novia renegrida, tanto de piel como de corazón, perdía el derecho ni la obligación de respetar las costumbres arraigadas en el imaginario colectivo para cada circunstancia.

Y todos estos pensamientos arrellanábanse en su intelecto, que de tanto en tanto traíale recuerdos de situaciones en las que no estando la cucaracha ataviada tan elegantemente, hubiera querido pisarla hasta hacerla chillar y crujir, que es lo que habitualmente se hace con las cucarachas, especialmente cuando a uno le resultan antipáticas, porque no hay razón para creer que todas ellas son odiosas, cada uno sabe dónde aprieta su zapato --el suyo contra la cabeza desta cucaracha inmunda--.

Saludola, más tarde, y deseole felicidad y descendencia, que es lo que corresponde o lo que por lo menos esperan las cucarachas cuando otros bichos asisten a festejos nupciales tan primorosamente organizados.

viernes, junio 13

Oficina de correos...

Y la pobre anhelaba perpetuarse y no encontrando manera otra que la de escribirse comenzó a garabatear misivas, epístolas y mensajes de los más diversos tipos, y mandólos por correo caracol --no electrónico si no el que requiere de pluma y papel y sellos postales-- y mandólos decía, más cerca o más lejos, buscando direcciones en guías telefónicas y cuando hubo agotádolas comenzó a inventarlas, que no fuera que se le acabaran las posibilidades de lanzar sus palabras al mundo, y luego también lo hizo mediante viejas botellas de whisky y amargo serrano, más tarde utilizó globos y palomas, habiendo previamente conseguido helio para los globos y maíz para las palomas, enviólas sin rumbo fijo, es decir, con el sólo propósito de que llevaran un pedazo de su humilde existencia a los más remotos rincones de la tierra.
Así lo hizo, y sintióse feliz y trascendente como una emisión de programa de TV vía satélite, diose cuenta de que había franqueado fronteras geográficas y también las llamadas del lenguaje, que ahora sí, ahora sí, por fin, su vida tenía sentido, así que suicidóse de palabras y a modo de broma o chascarrillo comenzó a enviar papelitos en blanco.

jueves, junio 12

Funciona?

Uno, dos, tres. Probando.
Uno, dos, tres. Probando.

Me pregunto por qué razón cuando uno está probando dice "Uno, dos, tres. Probando" cuando también podría decir "Raíz cuadrada de dieciséis. Probando" o "Quince a la menos un medio. Probando"

Supongo que no tiene demasiada importancia. De manera que mejor dedico mi tiempo y energías mentales a ponderar temas más trascendentes o interesantes.

Uno, dos, tres. Probando.
Uno, dos, tres. Probando.

Me pregunto por qué razón cuando uno está probando dice "Uno, dos, tres. Probando"

Disquisiciones inútiles acerca de cuál debería ser el nombre de alguien que existiera

Bueno, sucede que tengo a esta mujer sin nombre a quien podría llamar Frau Bloomenkrantz, si le quiero dar un toque judío.
Pero tal vez no sea lo mejor. Tal vez prefiera llamarla Berenike Kowalska, o Katerina Brodzianka, o Nancy Anka. Eso si decido que sea de ascendencia polaca.
Porque si finalmente la mina resulta ser germana, le puedo poner, Hesse, Mann, Grass, que son todos apellidos de escritores, pero apellidos al fin. Por supuesto que no podría llamarla Herman, Thomas y mucho menos Günter.
O mejor me consigo una guía de teléfonos alemana y listo el pollo.