martes, junio 24

De amor y de odio

Odio que me mire. Me enferma que mire a otras. Odio que mastique ofreciendo una visión pormenorizada del contenido de su almuerzo. Odio que hable. Revuelve el café como si quisiera convertir la taza en un lavarropas, y por supuesto, odio eso también. Odio que permanezca en silencio por más de dos minutos seguidos. Detesto que se suene la nariz cuando está resfriado, pero creo que detesto más que deje subir y bajar libremente el producto de su resfrío por los conductos respiratorios. Odio la sonrisita de seductor que ensaya cada mañana frente al espejo del baño y odio la cara de preocupación con que se acuesta por las noches. Odio que no quiera coger más seguido, pero no puedo soportar que me ponga un solo dedo encima cuando se levanta inspirado. Odio el olor a pasta dentífrica. Odio que no se lave los dientes.
Me molesta profundamente que no me preste atención y sin embargo, por alguna razón que desconozco odio que comente lo que hago y lo que no hago. Lo odio y me odio por odiarlo tanto. ¿Habrá llegado el momento de decir adiós? Odio la mera idea de la separación. Detesto la posibilidad de continuar con este tedio intolerable in aeternum.
¿Y si mejor me pego un tiro?

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