Crónicas Sabatinas:
Y habiéndose levantado de su lecho a tempranas horas de la mañana, y habiendo visitado más tarde lo que algunos llaman zoológico y otros parque de temas, terminó el día en una de las más tradicionales iglesias destas tierras, desas donde bodas de señoritas de gracia Remedios, Rosario, Mercedes o Felicitas se celebran sábado tras sábado, domingo tras domingo, bajo la bendición de Nuestro Señor y también de Nuestra Santísima Señora que a todos guarda e ilumina.
Y no llegó a asombrarse después de haber contemplado aquel día tanto pato, gallareta, grulla, yacaré y murciélago, no llegó a asombrarse, decía, al ver sus ojos entrar en el templo una cucaracha vestida de blanco para la ocasión --que no por ser de complexión cucarachezca dejará la novia de ponerse níveo traje o de montarse en limusina de alquiler--.
Y díjose --mientras sonreía y preguntábase si Franz hubiera admitido que Gregor Samsa no había sido tan estrafalario personaje comparado con lo que ella estaba observando en ese minuto--, díjose a sí misma, a modo de explicación y justificativo, que no por ser la novia renegrida, tanto de piel como de corazón, perdía el derecho ni la obligación de respetar las costumbres arraigadas en el imaginario colectivo para cada circunstancia.
Y todos estos pensamientos arrellanábanse en su intelecto, que de tanto en tanto traíale recuerdos de situaciones en las que no estando la cucaracha ataviada tan elegantemente, hubiera querido pisarla hasta hacerla chillar y crujir, que es lo que habitualmente se hace con las cucarachas, especialmente cuando a uno le resultan antipáticas, porque no hay razón para creer que todas ellas son odiosas, cada uno sabe dónde aprieta su zapato --el suyo contra la cabeza desta cucaracha inmunda--.
Saludola, más tarde, y deseole felicidad y descendencia, que es lo que corresponde o lo que por lo menos esperan las cucarachas cuando otros bichos asisten a festejos nupciales tan primorosamente organizados.
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