miércoles, junio 18

La receta de la semana

Estimados televidentes, hoy tengo el placer de presentarles un nuevo plato con propiedades digestivas, anque paliativas. Para usted querida señora, que nos sigue día a día, y por qué no, para usted señor, que hace dos años que está de licencia involuntaria –qué diría Keynes si nos viera– hoy he de enseñarles a preparar unas perles de realité à l’éczkabéch. Sí, realité à l’éczkabéch. Lo mejor de la cocina de Europa Oriental, con un touch de L’Île de France, para acallar los gritos de nuestro corazón y disfrutar en familia dentro de la clase social a la se que pertenezca.
Así que atención todas las María Pías desde Tiny Turtles, Las Lomitas, Los Arbolines y Las Mandolinas Vernáculas: primero, toman los dos o tres pesitos que les quedaron en el corralito (vamos chicas, a no hacer mohines que sabemos que el grueso del tesoro familiar está overseas); les adicionan la mega devaluación que les arruinó las vacaciones de invierno con toda la familia en Disney y mezclan, fusionan, ligan. Con eso arman una pastita, y con los deditos forman unas esferitas de un radio de un centímetro aproximadamente. Por último, las colocan en un frasco de boca ancha con aceite y vinagre y dejan reposar durante unas horas.
Vamos señoras, a no ponerse plañideras que queda cursi, háganse unas perlas y disfrútenlas con unas copas de champagne. La que ya se consumió los últimos cartuchos de Pommery o Don Perignon, puede optar por alguno nacional, o en su defecto, una deliciosa sidra manzanera.
Y la próxima vez que vayan a Europa, a no joder con los perfumes de Kalvin Klein ni con las cremitas de Lancôme para las patas de gallo. Queridas, se me colocan unas rodajitas de pepino en los ojos, unas claritas de huevo en las mejillas, y si todavía no están conformes, una berenjenita en el orificio que más cariño les provoque. Por supuesto que está permitido el uso de vaselina. No vaya a ser que se sufra más de la cuenta.
Si usted pertenece al sector de la clase trabajadora, o directamente clase, porque que ya ni trabajo tienen, se prepara las perles de realité à l’éczkabéch con inflación, desempleo y alguna que otra cagada a golpes que se haya ligado por ahí. Y por favor, no se me queje, ¿qué más quiere que esta entrañable licencia involuntaria que le permite relajarse y regocijarse con sus seis hijos concebidos todos por obra y gracia del forro de su marido? O mejor dicho, de la ausencia del forro de su marido. Y siempre sin vaselina. Las cosas por su nombre, como deben ser.
Si usted en cambio es uno de los afortunados miembros de la gloriosa clase media argentina, debo comunicarle –esa es una de mis obligaciones por tener la buena estrella y la responsabilidad de contar con un espacio televisivo– debo comunicarle que usted, lamentablemente, no existe.
¡CORTEN!
¿Cómo que corte? ¿Y ahora qué zarabanda les ocurre? ¿Que no sea tan directa? Pero si yo hablo clarito, como debe ser. ¿Qué? ¿Que prefieren que use algún eufemismo? ¿Y qué se supone que diga? ¿Que están en vías de extinción? ¿Eso quedará mejor? ¿Les parece?

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