De cómo se hace lo que se puede, en todos los aspectos de la vida, en todas las épocas del mundo.
En una fría tarde que intuir
permite de las flores
el perfume tierno,
Adam el trovador
las cuerdas del laúd pellizca
dulcemente.
La primavera ha de arribarle pronto
y ya en su corazón batiente
mariposas
de colores aletean.
Cerca el cromorno
y la bombarda suenan
-de femenino aire
henchidas sus entrañas-:
con sus mujeres ha formado Adam un trío:
ellas los vientos
él la voz cantante
de hazañas
por errantes caballeros realizadas.
Brioso Adam continúa su laúd rasgando
hasta que
¡pang!
una cuerda en dos mitades
se desdobla
dejándole los dedos de silencio
atiborrados.
Veloz como una estrella que del cielo
precipita su presencia,
por los cabellos Adam a su esposa
Dorotea toma
y le arranca sin piedad
cobrizas hebras
que al laúd
han de sumir su triste albur.
Cual zanahoria hervida en aguas claras
la nueva cuerda brilla
desde el puente al clavijero.
“La próxima soy yo” gime Eduarda la rubia
“Siempre es lo mismo” se queja Dorotea
en resoplando del cromorno
el agujero.
Cual soga de la ropa vibra tensa
la nueva y larga cuerda
en toda su extensión dorada
mientras que las mujeres
plañideras
se lamentan
y acompañan.
Y tanto llanto causa encuentra en que el trovero Adam
extirpa cada vez que lo precisa
de sus féminas
los hilos
con que arrulla
el hueco vientre del laúd
sin sopesar ni aún
por un instante
el feo daño que provoca en su salud.
(En la salud de Eduarda
y en la de Dorotea,
se entiende)
jueves, abril 29
sábado, abril 24
¡¡¡Último y aciago momento:!!!
El peluquero acaba de hacerme un haircut como el de Celeste Cid.
Of course, yo no tengo la cara de Celeste Cid.
Conclusiones:
a): el peluquero es un IMBÉCIL (detesto la palabra imbécil pero nunca podía haber sido mejor usada que en esta horripilante ocasión)
b): luzco como un fósforo con problemas de obesidad localizada.
c): me quiero suicidar -aunque tal vez sería mucho mejor mandar a matar al IMBÉCIL mencionado en a)-.
lunes, abril 19
el texto que sigue es viejo, malo y tonto -según me dijo alguien alguna vez, lo que no me impide confesar que a mí me resultó muy divertido escribirlo-. ¿a qué postearlo? ah, porque me vino a la memoria después de una sugerencia que me hiciera Diego: leer los ejercicios de estilo de Raymond Queneau. y a aunque muy lejos me encuentre del citado escritor, como lejano está el racimo de uvas que la zorra jamás podrá alcanzar, he aquí mi propio experimento.
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Consigna: Como primer paso se tomará una muestra de cinco individuos elegidos al azar entre los habitantes de la ciudad. Se entregará una mandarina a cada uno de los participantes para que la lleven consigo día y noche. No podrán separarse de su mandarina, y tampoco podrán comerla. Esta situación se prolongará por exactamente cuatro días, al cabo de los cuales los participantes deberán devolver la mandarina y presentarse en nuestras oficinas para efectuar una declaración. La misma será oral y contendrá la explicación detallada de la experiencia del participante con la mandarina que le tocó en suerte.
¡Importante!: Ninguno de los participantes podrá hacer comentarios relativos a la investigación fuera de este ámbito ya que la misma es absolutamente confidencial.
Resultados:
Doña Asunción, ama de casa:
Sí, buenas tardes ¿Puedo empezar? ¿Y esa luz? ¿Me están grabando? Ay, espere que me peino entonces. No sabía que esto era para la tele, saludos a los chicos. Ah! ¿no? Sí, sí, perdón. La mandarina, sí, y mire, el primer día no hubo problemas porque justo había comprado fruta, así que pasó desapercibida. La dejé ahí nomás, en la frutera de la cocina, mientras cocinaba. Quedó ahí unas horas y como mi marido se duerme temprano porque madruga, ni se dio cuenta de que después la puse en la mesa de luz, y sí, ¿no había que tenerla al lado de una? Yo soy muy cumplidora así que agarré un platito y la puse ahí. ¿Qué? ¿El olor? Y sí, la verdad que un poco el olor molestaba, pero bueno. Mi marido no se fija por suerte, cuando me voy a acostar ya está dormido y no se entera. Mi marido siempre me dice que con tal que la comida esté lista cuando llega a casa, todo lo demás no importa. ¡Qué marido! 35 años de matrimonio ¿qué me cuenta? El segundo día me la llevé al banco, tenía que pagar el gas y la luz así que la dejé en mi cartera y tomé el colectivo que iba lleno. Y tuve un percance, qué se le va a hacer, usted vió cómo son las cosas hoy en día: no se puede confiar en nadie. Un hombre me pidió permiso y me apretujó justo del lado donde tenía la cartera con la mandarina. Pensé que me iba a robar así que le dí un pisotón, ¿vio? La cartera la salvé y también la mandarina, lo único es que quedó un poco abollada y se reventó un poquito por un costado. Cuando saqué las boletas para pagar en el banco tenían unas manchas de jugo. Pero no dije nada. ¿No se podía decir nada no? Después la llevé a casa y la dejé ahí quieta, para que no se me desarmara. Acá la tienen, miren, le arreglé el costadito con pegamento y le pasé una franelita. ¿No está preciosa?
Francisco, estudiante de filosofía:
Muy bien, comencemos. Contemplé la mandarina durante la mayor parte del tiempo. Por supuesto que no la contemplé mientras dormía, pero puedo asegurar que cierta esencia de mandarina permaneció conmigo aún cuando no podía tener de ella una percepción sensorial directa. Me pregunté por supuesto, qué es lo que hace que una mandarina sea una mandarina y no otra cosa. Es obvio que una mandarina no es una sandía, por hacer una comparación grosera. Pero en el caso de la naranja, la cuestión ya no es tan clara lo cual me llevó a pensar en la mandarina arquetípica de Platón. ¿Existirá la mandarina ideal? No lo sé, pero puedo afirmar que existe esta mandarina en particular, que es de un color naranja fuerte, que tiene forma de esfera aplastada en los polos, que es el producto de un proceso biológico, y que tiene olor a mandarina. Y nuevamente me pregunto si en realidad mi percepción no me engaña y solo estoy creyendo que esto es una mandarina cuando en realidad el genio maldito de Descartes puede haberla cambiado por una pelota de telgopor pintada. Claro que en el siglo XVII el telgopor no existía. Volviendo a la concepción empirista, veo y toco la mandarina y sé que es una mandarina porque he visto tocado y olido decenas de mandarinas a lo largo de mi vida. Pero no sé, no sé, ontológicamente, no estoy seguro si la mandarina existe porque la pienso o si la pienso porque existe. Aunque bueno, por lo menos, la mandarina “es”. Eso sí.
Magdalena, artista plástica:
Yo quedé súper enganchada con lo de la mandarina, porque para mí es una fruta que tiene que ver con la dulzura, con lo tierno, con los sentimientos. La mandarina tiene esa cosa de espiritualidad no confesada, no sé, el perfume es como que te llama. Es una fruta que parece que se estuviera expresando todo el tiempo, como que te deja la marca. Vos tocás una mandarina y te queda en la mano ese olor típico, penetrante, que te acaricia las fibras más íntimas, es casi hasta erótica. Es una fruta que habla. No sé, pasás unos días con una mandarina y es como que te conectás, creás un vínculo con el objeto mandarina que después pasa a ser parte de tu obra de arte. Se me ocurrieron unas ideas bárbaras, súper de vanguardia. Pero en realidad lo primero que hice fue fotografiarla. Sí, para plasmar mi percepción de primera mano a través del lente, eso te da una perspectiva diferente, algo así como mirar a la mandarina con los ojos de otro, que en realidad son los míos propios, es algo súper emocionante ¿no te parece brutal? Después pasé a la cosa plástica, bocetos con crayones y luego varias mandarinas al óleo, con diferentes colores, mandarinas azules, rojas y amarillas, mandarinas moteadas y rayadas, pero sin perder de vista a la mandarina original. También exploré la onda impresionista y pinté un cuadro tipo Monet, Mandarina a la orilla del Sena vista en distintos momentos del día. Y por último la mandarina abstracta: yo como artista te tiro la idea de mandarina y vos espectador te la imaginás, una actividad que linda con el arte conceptual, con la cosa interactiva. Ah sí, fue una experiencia fantástica. La semana que viene expongo en el museo de arte moderno, la muestra se llama Mandarinas y Percepciones, retrospectiva por las fruterías de Buenos Aires. Acá se las devuelvo en forma de collage con objetos no orgánicos. Ah pero ¿cómo? Nadie me avisó que había que devolverla entera.
Carlos, CEO de una importante compañía petrolera:
Buenas tardes señores. Ante todo deseo aclarar que mi participación en esta experiencia se debe solamente a que ha sido algo obligatorio por no decir coercitivo, como las retenciones a las exportaciones de crudo. Como empresario jamás me prestaría a semejante tipo de actividad, pero visto y considerando que no había alternativas posibles, luego de consultar con mis asesores y preservando la confidencialidad que el caso requería, heme aquí con los resultados solicitados. Por supuesto que no podía tener la mandarina en mi despacho a la vista de todo el mundo. Comprendan que el ritmo habitual de reuniones y trabajo es realmente vertiginoso y no puedo ocuparme de nimiedades. Por lo tanto solicité a mi secretaria que me consiguiera una caja de cristal del tamaño de la mandarina. Cuento con el personal más discreto y eficiente del país. Así que ella consiguió la caja sin interferir con preguntas que pudieran resultarme incómodas. Coloqué la mandarina en la caja y la ubiqué junto a otras tantas cajas de acrílico y cristal que contienen substancias tales como gotas de petróleo del golfo, tuercas de un oleoducto en Arabia Saudita, y otros presentes empresariales que mi secretaria siempre acomoda en mi oficina. De manera tal que la mandarina pasó inadvertida para los demás hombres de negocios que tienen la costumbre de visitarme. Y por supuesto, me evité los inconvenientes de tener olor a mandarina en el despacho. Es todo lo que tengo para informarles, señores, demos por terminada la reunión. ¿Cómo? Por supuesto, con el objeto de mantener nuestra mundialmente reconocida imagen institucional, creamos plantaciones de mandarina aledañas a los pozos de petróleo para que los operarios se sirvan a gusto. La campaña publicitaria será lanzada la próxima semana. Somos una empresa comprometida con el medio ambiente y con nuestra gente. Señores: buenas tardes.
María Pía, alumna de sexto grado del primario:
Yo me puse re contenta cuando me enteré de la mandarina así que escribí este poema. Esperen que no encuentro el papelito. ¿A ver? Acá está, se llama “Corazón de mandarina” y dice así:
Mandarina de mi alma
No sabés cuánto te quiero
Tu olor es suave y es dulce
Te prefiero al limonero
Mandarinita querida
¿Qué es lo que tenés adentro
Además de tus semillas
Y de tus gajos abiertos?
Esto fue un experimento
Te tengo que devolver
Fuimos amigas un tiempo
Ahora hay que obedecer
Espero que no me extrañes
Cuando vuelvas a tu casa
Para llorar no hay razón
Te llevo en mi corazón.
Bueno, ese es mi poema. El único problema que tuve fue con mi hermano que todo el tiempo quería comerse mi mandarina, pero le di caramelos y dejó de molestarnos. Ah! y mi compañero de banco que quiso sacármela de la mochila para tirársela por la cabeza a la maestra de biología. Pero le dije que no iba a dejar que se copie de mí en la prueba del lunes. Así que enseguida se tranquilizó. Nada más. ¿Puedo mandar un saludo a mi maestra y a todos los que me conocen?
Conclusión:A ser debatida por el equipo científico.
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había una conclusión bastante boluda que no incluyo porque no viene al caso. y ahora me voy porque tengo cita con el pediatra.
viernes, abril 16
buenos aires - viena en un segundo y medio amanecer
la mañana está pesada como pesado el vientre y no se banca no tolera los suspiros de la tana que se sienta al lado, su nariz de hipotenusa sin catetos, sus aydioses, sus quejidos incordiosos. es tal vez este el momento de escribir un rato, de atender un poco a la postergación, pero pa’qué si no hay con qué ni hay qué. anoche la tv le hablaba de alma mahler casi una palíndroma que devino alcohólica enojada enfurecida por los kindertotenlieder del marido. “una premonición” vaticinaron sus contemporáneos. hoy desde el futuro se pregunta ella que por qué en el conservatorio nadie le habló tan bien de mahler como hiciéronlo de wagner, por qué no le dijeron que él fue el nexo entre los siglos diecinueve y veinte y por qué en las clases de armonía brilló éste por su ausencia, como el hueco de una cáscara vacía, como el interior de una esfera sin paredes mientras todos incluída ella regodeábanse escuchando atentos los estruendos de la sacre du printemps, tomando notas de colores en las partituras, leyendo en cinco claves, do en segunda, do en tercera, fa en cuarta y más o menos, o más tarde aquél concierto de ravel, el piano, la traversa, un clarinete, debussy, schoenberg, webern. pero a mahler lo saltearon, piensa, lo ignoraron, y esta misma tarde ella tiene que comprar las sinfonías, sí, comprando soluciona todo. ah el dinero: habíanle ofrecido a mahler quincemil dólares por ir a dirigir no sé qué orquesta a nueva york. dijo que sí y se llevó a su alma almadorada que lo traicionó con otro, puto alcohol, truhán el arquitecto que se la robó, hoy mismo ella quiere conseguir la sexta. pobre gustav el judío, pobre gustav despreciado en viena, a nadie le importaba que marchara a las américas, se acabó, dijo gustav el pintor desde el andén cuando su tren partió, se acabó mahler, viena, la modernidad. vivir por ti, morir por ti, mi alma. le duele un poco el vientre y ella piensa que hoy con esta lluvia, esta mañana tan gelatinosa, esta mujer de al lado que no ceja en sus lamentaciones, hoy ella debería haber quedádose durmiendo.
martes, abril 13
Dado que hace rato que tengo abandonadas las traducciones y que por motivos que no vale la pena explicar mi actividad escritoril se encuentra reducida al mínimo (=0), transcribo aquí este delicioso poema de e. e. cummings.
Para ser coherente con la pobreza creativa de la dueña del blog, la traducción que hallarán al final es también liliputiense aunque, si se quiere, contundente.
may i feel said he
(i'll squeal said she
just once said he)
it's fun said she
(may i touch said he
how much said she
a lot said he)
why not said she
(let's go said he
not too far said she
what's too far said he
where you are said she)
may i stay said he
(which way said she
like this said he
if you kiss said she
may i move said he
is it love said she)
if you're willing said he
(but you're killing said she
but it's life said he
but your wife said she
now said he)
ow said she
(tiptop said he
don't stop said she
oh no said he)
go slow said she
(cccome?said he
ummm said she)
you're divine!said he
(you are Mine said she)
Versión condensada(*):
QUIERO MÁS
(*) Una traducción al español un poco más convencional que la que aquí presentamos puede leerse en Se me rompió el reloj y no pienso arreglarlo por que no se me da la gana.
lunes, abril 12
Trata de explicar por qué hoy (a sabiendas de que hoy no dura para siempre) no elegiría ciertos temas. Trata de enumerar las razones de su aparente silencio. Dice: y no es porque no quiera, yo no descarto -en principio- ningún tema. Habla del compromiso con lo escrito, de la sumisión a la obra (o por lo menos, a su intento), de la constante amenaza de lo trivial, del temor a no saber manipular una realidad que le parece demasiado dolorosa. Se enreda en la espiral de unas ideas que creía tener claras pero ahora se muestran imposibles, inexpresables. Pregunta una y otra vez si se comprende lo que dice. Le contestan que no. Frustración. Resignación, tal vez.
Más tarde lee:
“[la obra] está rozando constantemente los límites de la locura, que se introduce no por la propia catástrofe [..] sino por esa esquizofrenia moral, por esa escisión, no de la conciencia, sino de la conciencia moral. La escisión entre el que sufre y el que escribe”
“La racionalidad del proceso creativo presupone cierta racionalidad de las emociones. O la tan traída y llevada frialdad de las reacciones. Y esto es lo que enloquece al autor”
“Cuando escribes, tratas de hacerlo lo mejor posible, o sea, te subordinas a las exigencias de la musa, del lenguaje, de la literatura. Y lo mejor, esto no es siempre lo verdadero. O mejor, esta verdad es mayor que la verdad de la experiencia. Es decir, tratas de crear un efecto trágico de una u otra forma, con una u otra línea, e involuntariamente, pecas contra la verdad ordinaria, contra el propio dolor”
Y contra el ajeno, agrega y se asombra (o no) cuando reconoce lo que no le fue dado desentrañar de entre el tumulto de sus pensamientos.
miércoles, abril 7
Querida mía, la cuestión es la siguiente: hay que saber venderse. Otherwise, todos (léase todos) te pasarán por encima cual elefante que sin maldad, pero con absoluta indiferencia, marcha tranquilo sobre la hormiguita laboriosa (y ahora muerta). Es por eso que desde hoy me avocaré al lanzamiento de una campaña de autopromoción para mejorar mi imagen de profesional comprometida con su tarea.
...
Hmm. No sé por qué tengo el presentimiento de que un cartel que rece “Estoy embarazada pero aún puedo usar mi cerebro y desempeñarme con eficiencia. Pruébenme, no los voy a defraudar” artísticamente decorado y colocado sobre mi protuberante vientre materno no va a funcionar.
domingo, abril 4
No es hoy para mí día de calma:
Necesito acabar con la memoria,
Necesito petrificar el alma,
Necesito recomenzar mi historia
Anna Ajmátova – La sentencia
Hoy es lunes y Camila sale de casa, buen día, hasta luego, chau chau. Sus ojos saben sin haber mirado que la vidriera del negocio de la esquina sigue ahí, donde siempre, donde estuvo todos los días del mes con la misma obstinación inútil de lo cotidiano. Pero a Camila no le interesa tanto la vidriera como lo que en ella se exhibe y, en particular, el jueguito de café color celeste cuandocobremelocompro. Sí, cuando cobre me lo compro y festejamos tu regreso alguna tarde: te preparo un café batido espolvoreado con canela voladora y perfumada. Cuando cobre, cuando salgas, cuando vuelvas. Camila pasa apurada, de reojo otea el azul celeste de las tazas altas, no necesita más que ese manchón de color cielo que en el desorden de miles de objetos sobresale apenas perceptible. Un iceberg de cerámica pintada, ahí está el juego que nadie se lleva, el mes que viene sí, y Camila sigue rumbo al subte que seguro se le escapa. Llega tarde.
Hoy es martes, qué lindo es ese juego, lástima que sea un poco caro. Camila se espía en el vidrio y piensa que tendría que cortarse el pelo; ya no aguanta llevarlo hecho un ovillo que a cada instante se le desparrama por la espalda. Camila tiene instalada en su nuca una madeja que haría las delicias del gato de Chesire. Pero no va a deshacerse de ella, Camila cumple sus promesas, no me corto el pelo hasta que vuelvas, prometió el día en que se enteró de la noticia, no me lo corto hasta que llegue el día de la resolución definitiva. Y ahora falta poco para eso. Camila puede aguantar un tiempo más con el pelo desmadrado. (Y quién te dijo a vos Camila que va a ser lo que esperás. Es que no puede ser lo que no espero. Me resisto. No lo creo) Ah, ese pelo es un desastre, Camila ¿cuándo vas a aprender a ser un poco más mujer?. Podría ir mañana a la peluquería pero, no, no tengo un mango y quiero las tacitas y la azucarera. Pago el alquiler, la luz, gas el teléfono y me queda. Nada. Le debo plata a medio mundo. Qué me importa, cuando cobre.
Hoy es miércoles y llueve sobre la vidriera. ¿Y el jueguito?. El jueguito es eso que vos considerabas divertido hasta que dejó de serlo y entonces... entonces me acuerdo que cuando te dije lo que realmente me pasaba con vos ya no te hizo tanta gracia que sonriera todo el tiempo, que mis manos te insinuaran su malicia una y otra vez. Cada gesto encierra su significado y vos no lo veías, no querías, no podías, pero yo te lo perdono. Yo te espero. Yo siempre voy a esperarte. ¿Y el jueguito? ¿Dónde está el jueguito de café? Chau capuchino a la italiana con canela. Pero no, Camila no, está ahí en aquél rincón, no ves que entraron cosas nuevas, platos, vasos, copas, cacerolas. Qué susto, pensé que ya no estaba. Camila entra y pregunta si por favor podrían reservárselo hasta el lunes que viene, que ese día ella cobra y que vendría a buscarlo por la tarde, si no es mucha molestia. ¿No tenés para dejármelo señado? No, no tengo nada y la verdad que... Esta bien, no te preocupes que yo te lo reservo pero no te olvides de venir a buscarlo. Gracias. Chau. Paraguas en mano y piloto Camila camina en la calle y se moja. Baldosa de mierda. Algún día.
Hoy es jueves, Camila se olvida de las tazas de café, se olvida del pelo, se olvida de todo lo que no interesa recordar. Anoche le avisaron que el lunes, el lunes se termina todo, el lunes vamos a saberlo (yo ya lo sé ahora: nunca más este extrañarte tanto). Hoy es jueves y Camila se olvida también la billetera. Es uno de esos días en que siente que no es ella la que sale de su casa, que no es ella quien camina, quien espera en su continuo movimiento, que no es ella la que frente a la ventanilla del subte dice: deme uno puta dondestá mi billetera, vueltacasa. ¿Camila cómo podes ser tan, pero tan increíblemente distraída?
Hoy es viernes. Camila da llave a la puerta. Llama al ascensor y aguarda. Buenos días. Buenos días. ¿Te molesta el perro querida? No, miente. El perro la mira. El hombre la mira. Tiene olor a Heno de Pravia ¿o es a naftalina? y el pelo tan liso que a Camila se le antoja que el tipo lleva adherido un autoadhesivo insuficiente para cubrirle del todo la cabeza. Qué ridículo, piensa. Con cada piso que descienden las paredes del ascensor -ahora devenido en celda o cámara mortuoria- se contraen, la intimidan y Camila se imagina a sí misma en dos dimensiones: pegada su falda al hocico del perro que no deja de olisquearla, pegado su rostro al del hombre que no deja de observarla, pegadas entre sí tantas otras cosas indecibles que.. qué asco, que termine, que termine todo. Tres, dos, uno. Planta baja. Buenos días. Buenos días. ¡Por fin! La calle se parece al paraíso y Camila (tridimensional de nuevo) sale apurada. Ahí está el negocio, ahí la vidriera y sus secretos y en un rincón, las tacitas que rodean a la azucarera como en la celebración de algún incomprensible rito tribal. Cuando cobre me lo compro. Y vas a poder venir a casa y te preparo todos los cafés batidos que quieras, con canela, sí, también con crema. No es tanto lo que tengo que esperar. No es tanto ni tan poco.
Hoy es sábado, y los sábados no tiene Camila mejor amiga que su cama. Su cama blanda en la que se hunde interminable, contradiciendo a la ansiedad que le pasa la lengua ríspida y húmeda por la cara y por el corazón. Camila se queda ahí en la cama un poco estrecha para dos y tan espantosamente grande que parece que nunca terminara de llenarse con su desesperación. Falta poco para el lunes. Falta tiempo, falta espacio. Faltás vos.
Hoy es domingo, Camila no está en casa: es día de visitas. Con suerte (y qué es la suerte sino el amontonamiento continuo de malentendidos y de absurdos superpuestos) esta va a ser una de las últimas visitas, sabés, ya no voy a tener que venir a verte acá. Hoy es domingo y Camila no está en casa. Puede dejar su mensaje después de la señal.
Hoy es martes. Camila sale de su casa y cuando pasa por la puerta del negocio alguien le dice: el jueguito lo vendimos, como no viniste a buscarlo pensamos que no lo querías, una lástima, pero sabés, trajimos mercadería nueva, unas tacitas que son una belleza... No importa, dice Camila. Seguro no querés pasar a verlos, no, no importa, gracias. Si total, a quién va a invitar Camila, el frasquito de canela hace rato que está vacío: desde mucho antes de que se le acabaran las ganas de tener esperanza. Total para qué seguir soñando con el romance del café y de la canela perfumada, con la posibilidad de una sonrisa tuya extramuros, con mi abrazo como tu única prisión y no esto otro que no entiendo y que no desaparece, pero ya vas a volver, tiene que ser así, vas a volver y todo va a ser como antes. ¿Estás segura de que no querés pasar a ver ninguno? Hay uno de color azul que es una preciosura. No, no te preocupes, me tengo que ir. Llego tarde al trabajo.
viernes, abril 2
jueves, abril 1
Me pregunto una cosa: el cartelito de "Reservado para embarazadas" del subte... ¿no debería decir "Reservado para personas con serias dificultades en la utilización del sentido de la vista"? Digo, porque parece que nadie se diera cuenta de mi estado de gravidez, a pesar de que luzco como si me hubiera tragado una número cinco de un solo bocado.