el texto que sigue es viejo, malo y tonto -según me dijo alguien alguna vez, lo que no me impide confesar que a mí me resultó muy divertido escribirlo-. ¿a qué postearlo? ah, porque me vino a la memoria después de una sugerencia que me hiciera Diego: leer los ejercicios de estilo de Raymond Queneau. y a aunque muy lejos me encuentre del citado escritor, como lejano está el racimo de uvas que la zorra jamás podrá alcanzar, he aquí mi propio experimento.
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Consigna: Como primer paso se tomará una muestra de cinco individuos elegidos al azar entre los habitantes de la ciudad. Se entregará una mandarina a cada uno de los participantes para que la lleven consigo día y noche. No podrán separarse de su mandarina, y tampoco podrán comerla. Esta situación se prolongará por exactamente cuatro días, al cabo de los cuales los participantes deberán devolver la mandarina y presentarse en nuestras oficinas para efectuar una declaración. La misma será oral y contendrá la explicación detallada de la experiencia del participante con la mandarina que le tocó en suerte.
¡Importante!: Ninguno de los participantes podrá hacer comentarios relativos a la investigación fuera de este ámbito ya que la misma es absolutamente confidencial.
Resultados:
Doña Asunción, ama de casa:
Sí, buenas tardes ¿Puedo empezar? ¿Y esa luz? ¿Me están grabando? Ay, espere que me peino entonces. No sabía que esto era para la tele, saludos a los chicos. Ah! ¿no? Sí, sí, perdón. La mandarina, sí, y mire, el primer día no hubo problemas porque justo había comprado fruta, así que pasó desapercibida. La dejé ahí nomás, en la frutera de la cocina, mientras cocinaba. Quedó ahí unas horas y como mi marido se duerme temprano porque madruga, ni se dio cuenta de que después la puse en la mesa de luz, y sí, ¿no había que tenerla al lado de una? Yo soy muy cumplidora así que agarré un platito y la puse ahí. ¿Qué? ¿El olor? Y sí, la verdad que un poco el olor molestaba, pero bueno. Mi marido no se fija por suerte, cuando me voy a acostar ya está dormido y no se entera. Mi marido siempre me dice que con tal que la comida esté lista cuando llega a casa, todo lo demás no importa. ¡Qué marido! 35 años de matrimonio ¿qué me cuenta? El segundo día me la llevé al banco, tenía que pagar el gas y la luz así que la dejé en mi cartera y tomé el colectivo que iba lleno. Y tuve un percance, qué se le va a hacer, usted vió cómo son las cosas hoy en día: no se puede confiar en nadie. Un hombre me pidió permiso y me apretujó justo del lado donde tenía la cartera con la mandarina. Pensé que me iba a robar así que le dí un pisotón, ¿vio? La cartera la salvé y también la mandarina, lo único es que quedó un poco abollada y se reventó un poquito por un costado. Cuando saqué las boletas para pagar en el banco tenían unas manchas de jugo. Pero no dije nada. ¿No se podía decir nada no? Después la llevé a casa y la dejé ahí quieta, para que no se me desarmara. Acá la tienen, miren, le arreglé el costadito con pegamento y le pasé una franelita. ¿No está preciosa?
Francisco, estudiante de filosofía:
Muy bien, comencemos. Contemplé la mandarina durante la mayor parte del tiempo. Por supuesto que no la contemplé mientras dormía, pero puedo asegurar que cierta esencia de mandarina permaneció conmigo aún cuando no podía tener de ella una percepción sensorial directa. Me pregunté por supuesto, qué es lo que hace que una mandarina sea una mandarina y no otra cosa. Es obvio que una mandarina no es una sandía, por hacer una comparación grosera. Pero en el caso de la naranja, la cuestión ya no es tan clara lo cual me llevó a pensar en la mandarina arquetípica de Platón. ¿Existirá la mandarina ideal? No lo sé, pero puedo afirmar que existe esta mandarina en particular, que es de un color naranja fuerte, que tiene forma de esfera aplastada en los polos, que es el producto de un proceso biológico, y que tiene olor a mandarina. Y nuevamente me pregunto si en realidad mi percepción no me engaña y solo estoy creyendo que esto es una mandarina cuando en realidad el genio maldito de Descartes puede haberla cambiado por una pelota de telgopor pintada. Claro que en el siglo XVII el telgopor no existía. Volviendo a la concepción empirista, veo y toco la mandarina y sé que es una mandarina porque he visto tocado y olido decenas de mandarinas a lo largo de mi vida. Pero no sé, no sé, ontológicamente, no estoy seguro si la mandarina existe porque la pienso o si la pienso porque existe. Aunque bueno, por lo menos, la mandarina “es”. Eso sí.
Magdalena, artista plástica:
Yo quedé súper enganchada con lo de la mandarina, porque para mí es una fruta que tiene que ver con la dulzura, con lo tierno, con los sentimientos. La mandarina tiene esa cosa de espiritualidad no confesada, no sé, el perfume es como que te llama. Es una fruta que parece que se estuviera expresando todo el tiempo, como que te deja la marca. Vos tocás una mandarina y te queda en la mano ese olor típico, penetrante, que te acaricia las fibras más íntimas, es casi hasta erótica. Es una fruta que habla. No sé, pasás unos días con una mandarina y es como que te conectás, creás un vínculo con el objeto mandarina que después pasa a ser parte de tu obra de arte. Se me ocurrieron unas ideas bárbaras, súper de vanguardia. Pero en realidad lo primero que hice fue fotografiarla. Sí, para plasmar mi percepción de primera mano a través del lente, eso te da una perspectiva diferente, algo así como mirar a la mandarina con los ojos de otro, que en realidad son los míos propios, es algo súper emocionante ¿no te parece brutal? Después pasé a la cosa plástica, bocetos con crayones y luego varias mandarinas al óleo, con diferentes colores, mandarinas azules, rojas y amarillas, mandarinas moteadas y rayadas, pero sin perder de vista a la mandarina original. También exploré la onda impresionista y pinté un cuadro tipo Monet, Mandarina a la orilla del Sena vista en distintos momentos del día. Y por último la mandarina abstracta: yo como artista te tiro la idea de mandarina y vos espectador te la imaginás, una actividad que linda con el arte conceptual, con la cosa interactiva. Ah sí, fue una experiencia fantástica. La semana que viene expongo en el museo de arte moderno, la muestra se llama Mandarinas y Percepciones, retrospectiva por las fruterías de Buenos Aires. Acá se las devuelvo en forma de collage con objetos no orgánicos. Ah pero ¿cómo? Nadie me avisó que había que devolverla entera.
Carlos, CEO de una importante compañía petrolera:
Buenas tardes señores. Ante todo deseo aclarar que mi participación en esta experiencia se debe solamente a que ha sido algo obligatorio por no decir coercitivo, como las retenciones a las exportaciones de crudo. Como empresario jamás me prestaría a semejante tipo de actividad, pero visto y considerando que no había alternativas posibles, luego de consultar con mis asesores y preservando la confidencialidad que el caso requería, heme aquí con los resultados solicitados. Por supuesto que no podía tener la mandarina en mi despacho a la vista de todo el mundo. Comprendan que el ritmo habitual de reuniones y trabajo es realmente vertiginoso y no puedo ocuparme de nimiedades. Por lo tanto solicité a mi secretaria que me consiguiera una caja de cristal del tamaño de la mandarina. Cuento con el personal más discreto y eficiente del país. Así que ella consiguió la caja sin interferir con preguntas que pudieran resultarme incómodas. Coloqué la mandarina en la caja y la ubiqué junto a otras tantas cajas de acrílico y cristal que contienen substancias tales como gotas de petróleo del golfo, tuercas de un oleoducto en Arabia Saudita, y otros presentes empresariales que mi secretaria siempre acomoda en mi oficina. De manera tal que la mandarina pasó inadvertida para los demás hombres de negocios que tienen la costumbre de visitarme. Y por supuesto, me evité los inconvenientes de tener olor a mandarina en el despacho. Es todo lo que tengo para informarles, señores, demos por terminada la reunión. ¿Cómo? Por supuesto, con el objeto de mantener nuestra mundialmente reconocida imagen institucional, creamos plantaciones de mandarina aledañas a los pozos de petróleo para que los operarios se sirvan a gusto. La campaña publicitaria será lanzada la próxima semana. Somos una empresa comprometida con el medio ambiente y con nuestra gente. Señores: buenas tardes.
María Pía, alumna de sexto grado del primario:
Yo me puse re contenta cuando me enteré de la mandarina así que escribí este poema. Esperen que no encuentro el papelito. ¿A ver? Acá está, se llama “Corazón de mandarina” y dice así:
Mandarina de mi alma
No sabés cuánto te quiero
Tu olor es suave y es dulce
Te prefiero al limonero
Mandarinita querida
¿Qué es lo que tenés adentro
Además de tus semillas
Y de tus gajos abiertos?
Esto fue un experimento
Te tengo que devolver
Fuimos amigas un tiempo
Ahora hay que obedecer
Espero que no me extrañes
Cuando vuelvas a tu casa
Para llorar no hay razón
Te llevo en mi corazón.
Bueno, ese es mi poema. El único problema que tuve fue con mi hermano que todo el tiempo quería comerse mi mandarina, pero le di caramelos y dejó de molestarnos. Ah! y mi compañero de banco que quiso sacármela de la mochila para tirársela por la cabeza a la maestra de biología. Pero le dije que no iba a dejar que se copie de mí en la prueba del lunes. Así que enseguida se tranquilizó. Nada más. ¿Puedo mandar un saludo a mi maestra y a todos los que me conocen?
Conclusión:A ser debatida por el equipo científico.
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había una conclusión bastante boluda que no incluyo porque no viene al caso. y ahora me voy porque tengo cita con el pediatra.
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