Formicidae o "los investigadores de insectos"
Miran marchar a las hormigas todos los mediodías, ahí, frente a la reja gigantesca del colegio con los gatos como testigos silenciosos, las cabezas pegadas en dulce contubernio, dame ese papelito que las aplastamos a todas juntas, no: mejor las matamos con la medidora, ya vas a ver. Entonces la regla les sirve de cuchillo para cometer el homicidio hormigueril, para llevar a cabo el desbarajuste de patas y antenas más tarde convertidas en una pelotita de la que apenas puede adivinarse el origen.
A que no te animás a agarrarlas con los dedos y sacarles la cabeza, claro que me animo. Y ahí están pequeños crueles: yo las inundo con saliva, yo las hago torta con el dedo, pica, ¿viste? a veces muerden; ahí se quedan abocados al flagelo cotidiano durante poco más de media hora de absoluta fascinación. Si es roja: cuidado; si es negra: no pasa nada; si tiene la cola blanca: no se sabe.
Una mujer al lado, lee. De tanto en tanto los mira de reojo. De tanto en tanto una víctima de la masacre rueda por la página del libro y se confunde con las letras como filas de hormigas que marchan hacia el campo de batalla. Se oyen risas. ¿Y mamá? ¿No te asustás?
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