donde se da cuenta de la grande tragedia y tribulación de un infelice que sin jamás haberse convertido en obeso, no podía parar de comer y en su infausta soledad tuvo al cielo como techo
no era pesado ni redondo: era goloso
por pantagruélica costumbre
comía el pobre sin cesar
en un eterno y obstinado masticar
si no comía no hallaba reposo.
tragaba atolondrado el tragaldabas
con trabajo la mandíbula batía
haciendo con los dientes tropelías
de morder y cortar
nunca paraba
frutas, verduras, piernas de carnero
ruleros, botones, zapatillas
cuadernos, reglas,
plumas y tinteros
no iba él a despreciar:
todo servía.
en el subte boletos paladeaba
en las exposiciones cuadros y folletos
y si en la calle un panfleto encontraba
presto le hacía el honor:
se lo mandaba.
los libros --por supuesto-- no leía
tapas, páginas, lomos combinaba
con aceite de oliva y aderezos
en paciente triturar
los digería.
de su morada
platos, vasos y cubiertos
mantelería, muebles, artefactos
en tierna ingesta
desarmaba
y desa forma
su avidez satisfacía.
iba quedando la casa vacía
como estómago de pobre
entonces un buen día
acometió uno por uno a los ladrillos
de paredes de salones y pasillos
hasta encontrarse el glotón
a la intemperie
sin nada
que engullir
más que
de
hor-
mi-
gas-
una
lar-
ga
s
e
r
i
e.
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