jueves, octubre 14

En el instante en que estaba a punto de caer dormido oyó una melodiosa voz baritonal que le decía “buenas noches”. Pedro creyó que se trataba de un sueño y decidió no hacer caso: seguramente la fatiga estaría jugándole una mala pasada. “Buenas noches” volvió a oír ahora un poco más cerca. Pedro se incorporó y vio que frente a él estaba de pie un hombre fornido, de escasa estatura, de aspecto un tanto cansado que llevaba un casco hierro en la cabeza. El casco era llamativamente redondo y estaba pintado de rojo. Por alguna razón Pedro recordó al hombre bala de un circo que había visitado en su niñez. No pudo menos que sobresaltarse de modo que el hombre del casco tuvo que repetir el saludo como si con su insistencia intentara confirmarle lo real de su aparición. Por fin Pedro reaccionó, balbuceó unas disculpas y le dijo que en realidad no esperaba encontrar a nadie ya que se suponía que el campanario era el último sitio que quedaba libre en el pueblo para pasar la noche. En efecto, así era pero eso no significaba que Pedro sería el único inquilino: el hombre también pernoctaría en ese lugar. Es más, el hombre pasaba allí todas las noches e inclusive los días ya que trabajaba en el campanario. Pedro le preguntó si él era el campanero del campanario y el hombre le contestó que algo parecido. ¿Algo parecido?

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