a la sombra de un sauce
alguien marcha por el parque en el sendero huele un perfume agradable recuerda proust, recuerda swann, odette, gilberte, la búsqueda de qué, luego: ah, ése era el perfume, curioso haber evocado la novela, el papelito rociado con la esencia que le habían dado en la calle y que hizo las veces de señalador impregnándolo todo, el tiempo perdido, los días en que había sumergido su persona en la lectura, la persona en quien su mente estaba sumergida entonces, magdalenas con el té, el olor de la magdalena, piensa: por qué no una eau de madeleine, deshecha como arena seca, tras los lóbulos, en el cuello, en el hueco interno de los codos, en el pecho, las migas de la magdalena desparramadas, rodando tan campantes hasta hundirse en el ombligo, esa caverna, por qué no. regresa ahora al nombre, a lo trivial: muy caro, se acabaron los perfumes importados. qué estupidez, el parque, el verde, lo fútil. regresa a ese ahí en que alguien camina, a cuidado no te metas en el barro, se hace tarde, tarde es nunca. y se repite mucho más después, la vida es eso: la hormiga bajo la constante amenaza del aplastamiento.
a falta de magdalenas, buenas son las medialunas.
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