De la aa a la zz, otro día en la vida de xx:
Durante su caminata dominical xx piensa en muchas cosas. Hoy por ejemplo se aboca a la construcción de una lista de las que le agradan, entre ellas:
--la quietud de las calles (sería problemático que se movieran por sí solas)
--el hecho de ser (al menos en apariencia) el único individuo despierto
--el aire suspendido entre las hojas de los árboles
--el olor de la panadería (recurrente)
--observar a los demorados del sábado anterior sacudiéndose los restos de la noche
--la sensación de que también lo habitual es irrepetible
En forma paralela enumera las cosas que no le agradan tanto:
--reconocer el paso del tiempo en el acto mismo de la caminata (hace diez años se hubiera producido a las dos, tres, cuatro de la madrugada, cigarrito en boca)
--el individuo rr que habiendo sacado a pasear a su perro le lanza insidiosas miradas con absoluto descaro
--la sensación de que también lo habitual es irrepetible
Al llegar a una esquina de coordenadas (a;b) xx piensa en zz, tal vez un poco demasiado románticamente para esta hora de la mañana. Lo adiciona al primer grupo. Luego, en un arranque de inspiración cientificista formula el siguiente interrogante:
“De convertirse xx en un microorganismo cuya reproducción se llevara a cabo por partenogénesis ¿seguiría su corazón albergando tan tiernos sentimientos respecto de zz?”
Pasado un rato concluye que, en efecto, si en lugar de ser lo que es xx involucionara hasta transformarse en un microorganismo ameboideo probablemente no tendría corazón, ni sentimientos, ni conciencia de sí mismo y mucho menos de zz, lo que solucionaría si no todos por lo menos algunos de sus problemas. De modo que xx cierra los ojos con ardiente fervor y se esfuerza por devenir en una aa, es decir, una ameba asexuada. Como es de esperar, no logra su propósito. Decide por fin abandonar el intento: después de todo xx nunca comulgó con ningún tipo de reduccionismo, ni siquiera con el biológico.
xx reanuda su andar acompasado. Respira con fruición*. Por alguna razón que desconoce se siente como un globo al que alguien dejó escapar demasiado pronto. Ahora ve volar al globo que se le antoja anaranjado, lo ve alzarse presuroso hacia las nubes, con libertad de paloma, meciéndose dulcemente en los brazos del viento --se poetiza su pensar-- qué lindo es ser un globo, improvisa,
qué beatífica experiencia renacer cual globo de helio
liviano
libidísimo
heliotrópico
emancipado de sus ataduras
vuela globo vuela
vuela y sé feliz globito alegre
vuela hasta alcanzar las aves
vuela hasta besar el cielo
vuela hasta
Maldición.
xx se detiene en seco y se toca la cabeza. Al mirarse los dedos comprueba que están manchados con una sustancia blancuzca y pegajosa de aspecto desagradable. Mierda de paloma, colige resignando así todo atisbo de poesía que aún pudiera quedarle. No hay nada más triste que un globo desombligado.
* N de A: nunca utilizar la palabra fruición.
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