...
Everyone says "I love you"
The cop on the corner
And the burglar too
The preacher in the pulpit
And the man in the pew
Says "I love you."
Everyone, no matter who,
The folks over eighty,
And the kid of two,
The captain, and the sailor,
And the rest of the crew
Says "I love you."
Ah sí, finalmente esa chica se ha quedado con el príncipe, pero éstas no son bodas, son meras fantochadas, ilusiones de cartón pintado, habla consigo misma mientras sus manos le sirven de abanico. Pero cómo es que nadie ha dicho ni una palabra, ese vestido es más pesado que frazada en día de diluvio y no sé quién le hizo creer que esas crenchas mal recogidas le sientan bien. Vuelve a abanicarse y recuerda que alguien alguna vez, durante alguna otra boda, le pidió que no fuera malediciente, que todas las novias son bonitas. Deningunamanera, he asistido al casamiento de varias cucarachas apestosas, respondió en esa ocasión. En verdad eran muchas las bodas que había visto, pero nada hubo que tuviera que envidiarles: también ella habíase casado de riguroso blanco notanblanco, porque si de algo no se jactaba, ni se jactó jamás, válgame el cielo, era de hacer gala de esa hipocresía que tanto gustaba a la familia. Tiza fue el color de la organza que la abrigó durante su propia ceremonia, tiza para dar a entender y que se sepa que ya había su cuerpo albergado al pequeñajo que correteaba y daba gritos el día de la boda. No era puro su cuerpo, no, aunque sí sus intenciones y por eso llevaba --aun dudando de Dios y de los Santos todos y habiéndolo confesado ante quien correspondía-- un rosario de cristal de roca que se escurría entre sus dedos finos como gotas de rocío en un gladiolo. Recatadas líneas ostentaba el manto que cubría sus omóplatos de mariposa, bordado con círculos y meandros y con sinusoides estelares: que no se viera la piel, porque la piel la había perdido, que nadie atisbara ese lunar en el hombro que de tanto ser besado terminó por transformarse en el único culpable de los hijos, en la estrella más nórdica de todas sus contradicciones. No tuvo otras flores ese día que las que se desparramaban en la tela del vestido: ¿para qué agregar más primavera a la que ella misma llevaba en sus ojos? Caminaba erguida sobre la alfombra colorada y escuchaba complacida los ohes y ahes que se hubiera dicho brotaban de sus pasos. Esa había sido una verdadera boda. No estas parodias de principitos caprichosos, donde no hay amor, ni dignidad, ni nada. Cerró la revista con cuidado. La guardó junto a las otras, junto a su propio álbum, porque al fin y al cabo, ella también había sido una princesa. Qué tanto joder.
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