nueve años. nueve años, eso es lo que te toca, eso es lo que tenés que masticar de a poco, la edad de tu hija, la esperanza de tu hijo, el amor inquebrantable de aquella que te adora sin saber por qué, a pesar de la locura y de la enfermedad, a pesar de la miseria, a pesar de la interposición de libertades truncas. de tiempo que es eterno, que no tiene otra explicación que la del sometimiento de nuestras voluntades, de tiempo que jamás termina porque lo que se termina somos nosotros, de tiempo ahora es tu casa y tu confinamiento, de tiempo que no se agota como no se agotan las estrellas.
y en algún lado hay alguien que detesta lo que escribe, pero escribe porque siempre existen esos huecos de impotencia en los que no cabe hacer otra cosa, porque la compasión le inunda los ojos, porque al mismo tiempo está presente (como un cuchillo clavado con furia en la madera) la contradicción desconsolada del alivio. hay alguien que detesta lo que escribe porque no lo entiende, porque hay tantas cosas que no entiende y no puede evitar pensar que menos mal y en realidad, no hay menos mal.
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