lunes, enero 5

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Y como diría mi padre, si uno no tiene nada importante que decir lo mejor es guardar silencio. Es por eso que estoy acumulando increíbles cantidades de silencio en mi vientre, silencio que no es lo que parece y que despacioso reinventa su distancia y se llena de burbujas y latidos. Sin embargo, me es imposible no perderme en banalidades sin sentido --total hablar es gratis-- y así me veo en medio de un grupo de personas diciendo lo que no quiero decir, perjudicando mi propia capacidad de escuchar. Hay mucho para describir: las pequeñas metamorfosis de un cuerpo que cada día es menos mío y es más del universo (yo soy el universo); el sueño que todo lo acapara, empecinado; la dificultad de la palabra escrita; la tensión inconfesable de mis manos que no se atreven a tocar, mis dedos que no se atreven a escribir, mis ojos que espían y buscan la admisión, mi boca. Y sí. Te digo (me digo) que ese pianista abusa del pedal con Schumann: entonces las cuerdas subsisten, vibrando in aeternum, como ahora vibro yo, callada.
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