año nuevo, vida vieja
Hace rato que Isidro tiene ganas de matarse, que la idea lo seduce maliciosa, que le anda merodeando el seso. Lo persigue la idea solamente, por supuesto, la idea sin el cómo, así, a secas. Aunque si Isidro supiera cómo, seguramente no se animaría. En realidad él es de esos pseudo-suicidas a los que ningún método les viene bien y terminan gastando las horas en elucubraciones inútiles: más fácil es seguir dándole vueltas a las cosas sin abrazar jamás destino alguno, más fácil es persistir en el engaño de que así se llega a todas partes. No importa alcanzar la ciudad eterna, importa saber que hay muchos caminos que conducen a ella. Absurdas como son las cosas, Isidro se mataría, sí. Se mataría si el asunto no le resultara tan estúpidamente complicado. Ah, y si él mismo no fuera tan, pero tan cagón.
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