viernes, noviembre 7

Sopa de Caracol

Por esos días todo andaba tranquilo. Hacía rato que gracias a Dios no se moría ninguna viejita y todas andaban más o menos bien de salud, dentro de lo que se puede pedir. Bah, tranquilo. Tranquilo es un decir porque cada dos por tres pasaba alguna cosa de esas que les pasan nada más que a mis viejas y que una no sabe si reír, llorar o hacerse la distraída. Resulta que la Mirta tenía una colección de caracoles de tierra guardados en una pecera. Les ponía hojas de tilo para que comieran y les tiraba agua con un gotero, porque si no se me van a deshidratar, explicaba. Cada dos por tres limpiaba la pecera (hay que ver cómo cagaban los muy asquerosos) y los sacaba a pasear un rato para que no se orearan, creo yo. Pero siempre los volvía al castillo de cristal, como llamaba ella a la pecera, porque esos caracoles eran caracoles de elit. La Mirta decía que en realidad los suyos no eran caracoles así nomás, según ella eran escargós. Nunca supe qué cuernos quería decir escargó pero el doctor Zaldívar también decía que los caracoles eran escargós. Vaya uno a saber por qué: para mí eran caracoles comunes y silvestres como los que se encuentran en cualquier jardín, con su casa y sus cuernos y dejaban el camino de baba en los vidrios como toda la vida. La cuestión es que la Mirta los trataba como si fueran de oro y le ponía un tul en el techo de la pecera para que no se escaparan. Lo más gracioso es que la Dori la ayudaba a limpiarla y lo hacía con mucho cuidado y dedicación, lo mismo que yo con mis viejas. Pensar que era toda una familia de caracoles.

Una mañana llegué y me encontré con que se había armado un despiole de novela. La Mirta se había levantado temprano como siempre y parece ser que cuando fue a ver a la familia Escargó, no quedaba ni uno solo. Para mí que no habían ajustado bien el tul de la pecera y se voló y los caracoles aprovecharon y se tomaron el buque, bien aburridos estarían ahí dentro del castillo de cristal. Pero eso no fue lo peor. Lo peor fue que la Mirta, cuando se puso como loca para buscarlos pisó a uno y lo dejó hecho albóndiga contra el piso y hay que ver cómo se puso a llorar y a gritar de desesperación. La Dorita empezó con que todo era culpa de la Chin-Chin que como hablaba en sueños seguro los había asustado a los pobres bichos y por eso habían huido. Yo creo que la que tuvo la culpa fue la Dorita y que fue ella la que se olvidó de poner bien el tul cuando la ayudó a la otra con la limpieza.

A todo esto la Chin Chin ni se mosqueó, creo que le importaba un pito de los escargós y de todo el lío que armaron las otras viejas. Al final encontraron a los otros que no habían llegado muy lejos y los pusieron otra vez en su lugar.

Esa misma tarde la Mirta y la Dori organizaron un funeral para el caracol aplastado, le hicieron una mortaja con un pañuelito bordado que tenía la Mirta y lo metieron en una caja de fósforos. Hasta le pidieron a la Chin-Chin que pusiera una de sus músicas para acompañar al cortejo. La Dori que es gaucha cuando quiere estuvo todo el tiempo al lado de la Mirta. Cuando la otra no la veía se acercaba a mí y por lo bajo me decía, ¿viste Adela? la Mirta está más loca que una cabra, mirá que andar lloriqueando y chillando así por un simple caracol de tierra, pero qué se le va a hacer, para ella no era un caracol, era un escargó, y yo tengo que acompañarla en un momento así por más que sean puras pavadas de vieja loca.

Yo me mataba de risa por dentro porque la Dori hablaba en serio y la situación era graciosa, pero también me daba un poco de pena, qué se yo. Parece que el caracol que había muerto era el jefe de la familia y la verdad que la Mirta estaba hecha una Magdalena de tanto que lloraba. Hasta el doctor Zaldívar le dio el pésame a la Mirta. Estaba tan serio, tan serio que creí que él también iba a sacar un pañuelo y en cualquier momento se largaba a llorar. Yo no me atreví a preguntarle nada por las dudas, pero después me di cuenta que a él lo del escargó le importaba un rábano porque me dijo: vio Adela cómo son las viejas, hay que seguirles la corriente porque si no se ofenden.

No me gustó mucho que hablara así, al final, en ese hospital todos creían que los demás estaban locos y por casa cómo andamos ¿no?

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