martes, noviembre 11

De cómo Otelo maltrataba a Desdémona y ésta le permitía tales impertinencias y otras muchas que no nos es dado relatar en esta ocasión

En llegando a la morada conyugal la bella Desdémona --agobiada hasta el cansancio por el peso de la compra del mercado-- su amo y señor Otelo sin siquiera cumplirla como esposo le increpaba:

“¿De dónde has traído tanta fruta detestable mujer? Y no me mientas, te lo ordeno. Ya mismo has de referirme lo que has estado haciendo con el verdulero, con el panadero y con la costurera”
“Oh amado, no es lo que tu piensas”
“¿Y cómo explicas tú el tamaño de la baguette?”
“Es muy simple: a sabiendas de cuánto gustas de morder su crujiente corteza y saborear su blanda miga, el panadero ha trabajado duramente para conseguir un pan de tamaño familiar”
“¿Y qué tienes que decir de que los zapallitos verdes aparezcan cada vez más verdes?”
“Son tus favoritos, oh señor mío, ¿o es que acaso ya no resulta de tu agrado su verdor?”
“Y dime, pérfida manipuladora, ¿qué hay del nuevo traje que tan graciosamente llevas puesto? Nunca luces tantos brillos cuando conmigo te encuentras. Has de admitir que tus encantos deben de haber arrancado los suspiros de los varones del condado”
“Oh no, dulce Otelo, eso nunca: yo soy horrible, fea, carente de todo atisbo de hermosura ¿no lo has notado?”
“Mis sentidos no me engañan, tu has estado revolcándote con otros” la acusa subiéndole violentamente las faldas. “Dios me ampare, esto es monstruoso: hasta te has afeitado las piernas”.
“Debo concederte que esto último es verdad, querido. He decidido que nunca más habré de usar cera u otros pegajosos menjunjes: de ahora en adelante mis piernas han de pertenecer a la gilette”

Cegado por la desesperación, acribillada su alma por el fuego de la impotencia y los celos, Otelo corrió veloz rumbo a los aposentos de su esposa. Rebuscó en cofres, arcas y cajuelas de toda especie hasta dar al fin con la infame gilette. El resto de la historia es archiconocido y (aunque la siguiente información sea absolutamente prescindible) ya no se me da la real gana de seguir tipeando esta reverenda pelotudez.

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