Buenos días su señoría
Títiti-tít Títiti-tít Títiti-tít
Son las ocho de la mañana y mujer dormida románticamente pegoteada en caluroso idilio con las sábanas tiene que enfrentar a la brutal realidad. Levantarse debe para ir a su trabajo de analista económico financiera; debe ducharse, lavarse dientes, orejas y otras partes que no vale la pena mencionar; mantener el odiado y cotidiano diálogo con el espejo delator: esa ensalada necesita pomelos, parece decirle el muy avieso a lo que ella responde con sepulcral silencio y (a veces) con una rápida sacada de lengua al maleducado; debe ponerse cremas varias para evitar estriamientos no deseados de la piel, arrugas y otras terribles etcéteras que agobian a la mujer tan pronto cruza la barrera número 30 de la vida.
Mujer analista devenida madre luchará también con el precioso vástago que se niega rotundamente a ponerse el guardapolvo azul e insiste en llevar, no uno, sino cinco o seis dinosaurios al colegio. Madre devenida analista pregunta seria a vástago cuántas manos tiene a lo que el inteligente ser humano en vías de desarrollo contesta: dos. Madre-analista concluye, pues entonces lleva sólo dos. No y no. Te digo que sí, que dos o nada.
¿Quién gana la batalla?
Media docena de dinosaurios del período jurásico al cretácico son rápidamente introducidos en la mochila de vástago quien al verse con las manos vacías elige otros dos monstruos dientudos y dice: ¿Ves mamá? Ahora tengo uno en cada mano, como vos dijiste.
Madre-analista, vástago y manada de dinosaurios parten hacia el jardín de infantes. Llegan tarde como siempre.
Pero está todo bien porque en arribando a la oficina analista económico financiera encuentra que le han puesto computador nuevo veloz como el cóndor. Ahí mismo transmuta en pseudo escritora y tipitipea sin cesar esta estúpida parrafada que poco importa y así recurrentemente el círculo se espirala en las ineludibles volutas de lo que es dado en llamar vida diaria.
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