Deme dos
Porque, mal que nos pese, lo que mata es la ansiedad. Esa es la cuestión: lo que molesta es el estado de inquietud que atosiga al (vapuleado) ánimo. Ansiedad, inquietud: desasosiego. Quién no la sufre, quién no ha padecido su eterno retornar al nido, los infructuosos intentos de liberación, la incipiente calma que no es. Ansiedad que me consumes vuelves otra vez para extenuarme. Encore une fois. Ansioso es quien experimenta un deseo vehemente de alguna cosa. Cuál cosa. Todas las cosas. Todo ahora aquí. Todo para mí. Te quiero a ti, y a ti, y a ti también. Aunque sabemos o nos enseñaron que eso no es posible. Tenés que educar la voluntad, querida, tu voluntad que es tuya sola (y de mi ansiedad), y en el proceso vas a conseguir la paz o por lo menos, una alegoría. Anhelar todo ahora aquí y para mí es quijotesco. Aceptemos la limitación de una buena vez.
La cuestión es que la ansiedad estraga los espíritus sensibles. Corrijo y adiciono: la ansiedad estraga los espíritus sensibles y, más precisamente, lacera laboriosa a los cuerpos que los contienen. De lo que podemos deducir que todos aquellos que padecen de ansiedad en cualquiera de sus formas, devienen en esclavos, como yo, por ejemplo, o como él o ella o como vos o usted. Por eso es preciso confesar el fracaso, confesárnoslo íntimamente, decírnoslo en susurros ronroneantes. Ansiedad es lo que sufres, ansiedad es lo que eres. Suspirarlo en los oídos del alma y luego, respirar. Inhalar tranquilamente el aire de la vida, sosegados, absueltos al fin por nosotros mismos y tal vez cantar, gustar, oler la libertad o su ilusión. Libertad que no existes ni siquiera aunque te sueñe.
Qué te puedo cobrar, te dicen al final de la sesión: en un abrir y cerrar de billetera tenés domeñada a la ansiedad, enfrasquitadas sus puercas artimañas y, un poco más allá... qué importa qué hay un poco más allá. Lo quiero acá. Enjoy.
Pero.
La ansiedad es así: el que no se toma hasta la última gota de alcohol del botiquín, se fuma uno tras otro y otro tras uno; el que no se achimenea come todo lo que puede y también lo que no puede; el que no mastica se introduce azúcar en las fosas; al que la nariz le causa impresión ¿qué hace? coje con jota, hache y doble v, en fin, con todo lo que encuentre (ah! el deseo vehemente de alguna cosa); y el que no, va y se masturba pulcritud en mano y a escondidas buscaencuentra el orgasmo catártico, vaciante, inofensivo, anodino al fin. Jugar al solitario.
Aunque en realidad la ansiedad no retrocede. Ella nunca se retira, no del todo.
Hay también quien mordisquea lápices ñam-ñam, o se manduca despaciosamente los pellejos, o le da sin pausa (cuchara entre los dedos) tin-tin a los vasos en la mesa y recibe un coscorrón querés dejarte de joder. Ansiedad o angustia oral, querida, dicen por ahí. Y el que no hace ninguna de las anteriores, no existe. El que las hace todas o no se decide por ninguna: escribe, las traduce, las transforma de ansiedad en letras o en palabras. Escribe la desrevolución, la revuelta, la inmensa amansadora que lo salve de su enfermedad. Escribe lo que puede, como puede, cuando puede, para intentar la aniquilación del enemigo o al menos su armisticio. Ansiedad que a mi boca atormentas, quiero todo ahora para mí, quiero ser yo y no ser yo, quiero tener y no tener, deseo lo absoluto y lo imperfecto, el infinito y el infinitésimo, quiero ser hombre, quiero ser mujer.
El que escribe admite primero la derrota y de ahí en adelante veré qué hago, se dice, veré qué deshago. Ese es el punto de partida. La piedra angular –ángulo abstruso–; la piedra de la locura que aún nadie ha logrado extraer, qué te puedo cobrar. Admite su fracaso y entonces imagina la posibilidad de ser todo eso que no es, a través del universo paralelo, el universo encriptado en una célula, el espacio inabarcable contenido entre dos números (dijo alguien que). Y se imagina una novela-historia a referir, para existir en ella o a través de ella. Historia que ya no es ansiedad si no su hija aunque no exista todavía por estar en gestación-debate interno en la mente-vientre del escritor o útero menstruante de palabras. Sangra y sangra quien no ha sido fecundada. Ansiedad que agostas mis sentidos. Ansiedad magnificadora, imprimátur falso que me agobias.
Dale. Armate otro.
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