(más parecida a mí misma me miro observo espío y no me recomprendo, no me reconozco: qué era aquéllo que intentaba decir/sentir sin explicarme entera, sin saber. ayer alguien pronuncia: una feliz historia, cuentito o morondanga, no lo piensa, yo lo siento. y es que eso me preocupa --y agradezco, abro los ojos grandescomogirasoles, porque hay/existe la posible influencia o gotas a lamer con avidez (jamás decir fruición: detesto esa palabra)--. comienza el divague de manera abstrusa. lo que sucede es que entre la formalidad y la improvisación no hay camino que converja --o no lo encuentro todavía, aún, probablemente-- no hay espacio, no existen intrusiones apropiadas. entre dejarme acuñada transcurrir pasiva: clavada obligada y dejar fluir con qué me quedo. no lo sé. sí lo sé: dejarpartirmorir. y justifico, torpe, avergonzada: es exactamente eso lo que me acontece. es la diatriba constante en contra de hay que esto, hay que lo otro, y la puja de las imprecisiones que se suceden en uno dos tres cuatro cinco seis siete ocho nueve mil quinientasmil. ad infinitum podrían continuar. es no saber y caminar sobre un colchón de mermelada que se expande amorfo y ¡no! jamás: la estructura ante todo, señores, para qué aristóteles entonces molestóse en explicar las esencias imperecederas de lo que una tragedia debería ser y si no es una es toda, apréndanlo ya mismo, no hay tiempo que perder, no se desangren. quéhagoahora. frustraciones no. ssssssssshhhhhhhhhhhhhhhhhh)
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