a mi hermana poeta que se escapó a madrid y que no vuelve y que de tanto extrañarla me duele el cuerpo y que niputidea tiene de que yo le escribo esto pero no importa, ya se lo diré en algún momento
se empecinaba
en desollarse las rodillas
con cuanta vereda recibiera
el tañido
de
sus
pasos
lloraban sangre
sus rodillas niñas:
un perro había ladrado
¡guau-susto!
temor
las medias largas pronto hablaron
de la infanta carne
(su pellejo tierno)
ella gimió
¡qué malo el perro malo!
¡malo! ¡malo!
todo era desconsuelo
(como espuelas)
y se tragaba el dolor
hoy se empecina ¡vale, venga!
en desollar las palmas de sus manos
en un bar
y en no escribir
también
en
no
olvidar
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