sábado, septiembre 13

De odio hiperbólico impregnó sus labios y dijo: ¿por qué? Prosiguió promiscuo interrogante ¿ahora cómo? Distancias húmedas de tierra pisan sus zapatos de tonta acorralada (pisa pisuela color de ciruela: esa sí es palabra que mi boca gusta). Busca quien encuentra antes de partir pero caminos hay acantilados y ¿de dónde viene el mar sino del útero del mundo? Y es que no iré más a ese lugar, no acudiré otra vez mendigando impresiones ni pluscuamperfectas rigideces ofrecidas a alto precio: el de la libertad o la ilusión de albedrío, en la que creo aunque se acabe el universo. Ah! Es que se abre la ventana y ráfagas irrumpen prepotentes: mil años de contrapunto y fuga; armonía curso uno, curso dos, curso tres y diga treinta y tres; luego morfología “Sepa usted señorita que el rondó comienza en A, continúa en B, vuelve a A y así hasta formar ABACA” “¿Cree que soy una vaca?” “No, usted es un ábaco”; más tarde algún remoto día de mantenga la muñeca levantada y estudie la lección para la próxima; u otros de asentir a la censura, interponerla en forma de aquiescencia cercenante y salir con la cabeza baja, en bajadita, patinadas de los huesos de mis dedos que no abandonan el intento helado contra el opus diez número cuatro. Ah! Es que se abre la ventana y aparece él --teclado, estúpido teclado blanco y negro en que las horas también perdieron agua--. Y sin embargo hoy emerge, se delinea y arremete la pregunta ¿ahora qué? Empuja, empuja, empuja y acomete y yo me dejo: yo no quiero no poder; decir que no; no quiero tremolar de inapetencia que encubra infinitos noes enclavados no se sabe dónde. “Si usted comete error es mujer muerta” Y si no cometo es porque ya no hay vida ni misterio en mí.

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