martes, agosto 5

Mi amigo Snorri, o "Qué hermosa es la vida si uno le agrega kenningar"

Esta mañana pasé por el kiosco de Snorri, un hombre fuerte como un buey, alegre y enérgico. Estaba desayunándose una cerveza.
–¿Qué tal Snorri?
–Acandamo. ¿Qué andás precisando? –me preguntó mostrando su sonrisa nórdica y perfecta.
–Deme media docena de kenningar.
–Cómo no –se acomodó un gorrito de cotillón tipo vikingo (mi kiosquero, no es cualquier kiosquero) y me armó un paquetito. Agregó –: Te hice una selesión especial, te hice.
–¿Cuánto es?
–Son cien pesos (sus kenningar, no son cualquier kenningar)

Cuando llegué a casa abrí el paquete y encontré lo siguiente:

Inoportuno vocero del alba: reloj despertador
Caballero misterioso de la noche: velador
Enemigo acérrimo de la realidad: libro o novela de ficción
Prostituta vapuleada y rebelde: la realidad
Rincón de amor y sueños: la cama
Dulce telaraña del inconsciente: sueño

Miren cómo una aburrida noche puede cambiar favorablemente (es decir de cero acción a hombres por doquier, o de un hecho trivial a un hecho literario) si una le agrega unas kenningar a su vida:

Sin kenningar:

Anoche me metí en la cama con un libro. Como estaba abatida me olvidé de apagar el velador. Me quedé dormida con el libro apoyado sobre mi pecho; me perdí en los sueños hasta que el reloj despertador comenzó a chillar. Me desperté y vi que el velador estaba ahí, encendido. No quiero ser como la realidad, me dije, terrible, triste. Yo quiero ser un sueño.

Con kenningar:

Anoche me metí en el rincón de amor y sueños con un enemigo acérrimo de la realidad. Como estaba abatida me olvidé de apagar al caballero misterioso de la noche. Me quedé dormida con el enemigo acérrimo de la prostituta vapuleada y rebelde apoyado sobre mi pecho; me perdí en las dulces telarañas del inconsciente hasta que el inoportuno vocero del alba comenzó a chillar. Me desperté y vi que el caballero misterioso de la noche estaba ahí, encendido. No quiero ser como la prostituta vapuleada y rebelde, me dije, terrible, triste. Yo quiero ser una dulce telaraña del inconsciente.

¿Qué tal, eh?

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