"La cristianización de las Galias" o "El papel del cepillo de dientes en la historia de la humanidad"
Y he aquí que aquélla oscura mañana del miércoles veinticinco de Diciembre del año 498 [quién nos impide suponer que la suerte la hizo miércoles; quién nos impide creer que era oscura] Clovis escuchó sobresaltado los gritos de Clotilde y sufrió las manos de su esposa acicateándolo sin conmisceración para que se levantase.
“Vamos, despiértate insensato, que debes lavarte los dientes para tu bautismo”
Incorporándose a los tumbos, Clovis emprendió la búsqueda de su cepillo con tan poca suerte que entre tanta armadura y tanto perifollo que habíase desparramado por la gélida cámara donde intentaba dormir, no pudo encontrarlo [al cepillo]. La ruda Clotilde imaginó que se trataba de otro ardid oscuramente maquinado por Clovis, quien había estado rehuyendo a la cuestión del bautizo como lo había hecho en ocasión de su boda. “De seguro este papanatas alegará que la ausencia del cepillo de dientes es razón suficiente para no asistir a la ceremonia” díjose enfurecida.
“Maldito impostor, te harás cristiano como Dios manda y serás el primero de la dinastía Merovingia y te dejarás de joder” Aulló propinando un puñetazo en el estómago de su marido [Es menester poner en claro que Clovis o Clodoveo, jamás se había dejado amedrentar por nada ni por nadie: ni por moros, ni por godos, ni visigodos ni francos de su propia sangre, excepto por los rugidos poderosos de su consorte]
Y así fue que Clovis, acompañado por su ejército y su esposa, acudió a la Catedral de Reims para recibir su bautismo sin haberse lustrado los marfiles de la boca, que por otra parte ya estaban un tanto desgastados [no olvidemos que en la edad media no existían los tratamientos blanqueadores].
Es todo por hoy, mis queridos amigos. La semana que viene les contaré cómo Justiniano olvidó ponerse desodorante el día de su coronación.
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