El Ventanal
Volver a las puertas de roble, los vidrios, el mármol. Detrás hay siempre un hombre con cara de página ilegible, desechada. Buenos días [sonrío]. Este es mi lugar secreto [susurro]. Acá es donde me recluyo y contemplo mientras el hombre me habla y no le doy la atención que él espera porque he venido a otra cosa, he venido a creer que también yo soy parte de esta interminable acumulación de palabras convertida en librería. ¿Te gusta? [es una lástima que esté cerrada ¿sabés? quería mostrarte, explicarte, quería que supieras]
Pero mirá: aquí llega él, el hombre de los anaqueles, el de pelo de aluminio, qué raro es verlo así, en la calle, fuera de su puesto, como una página arrancada y olvidada que se hamaca en el viento solitario.
¿Es él? Sí, es él.
[Este minuto es igual a la cerradura por la que nadie se atreve a espiar]
Soy yo.
Esta soy yo.
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