el boulevard pigalle, o la place des vosges, o el quartier latin, o el que te venga mejor
Ella no necesita más que pensar un poco y con eso (eso dice ella) le basta. Así que si el día se presenta lluvioso y gris y apergaminado [Bonjour muñeca, hoy vengo déprimant, a ver cómo me recibís ¿eh?]: no importa. Ella se encasqueta la boina negra con pompón, cocina algún plato à la créme y se arrellana como gata mimosa en el sofá del living.
Mientras enrosca cuidadosamente los spaghetti con un tenedor, escucha la música de Amelie [¿Con bandoneón? No tontita, con acordeón]. Y también imagina que sube y baja escaleras en Monmartre o pasea por París en general o se toma un café en cualquier café (c’est la même chose, total, ella nunca fue a París).
Qué bueno es tener una mente activa, se dice haciendo caso omiso de los continuos alaridos que pegan sus hormonas. Porque a ella, la única música que le interesa es la del acordeón. Y todo lo demás, que lo tejan las agujas de la imaginación
(El sexo, la geografía, la corporeidad de las cosas, no importan).
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