Discurso de escritor reconocido alentando a un grupo de aspirantes que no pasan de tímidos Bartlebies en potencia
-Señores, no sueñen que van a poder escribir todo el tiempo sin interrupciones. Eso de que se les ocurran ideas en torrentes o en interminables sucesiones divergentes, no es lo habitual. De ninguna manera. Lo normal es el advenimiento de algún que otro géiser literario con frecuencia de defunción de obispo. Y los obispos, por alguna extraño mecanismo de la naturaleza, las más de las veces siguen viviendo para alegría del nuncio apostólico y los pocos feligreses interesados. Así que presten atención. Si usted es nulo de nulidad absoluta: ALÉGRESE y dedíquese a coleccionar caracoles y cajas de fósforos. Si usted es nulo de nulidad relativa: DESPREOCÚPESE, usted es normal podrá escribir cada vez que muera un prelado. Si usted tiene ideas brillantes y originales con frecuencia de nacimiento de piojo: ALÁRMESE, usted NO EXISTE. Y si está en una racha de esas donde la literatura le fluye como aceite de los techos durante las invasiones inglesas, NO SE LA CREA. ¿Eh? Duran lo que la vida de una ameba. Ahora, no pregunten cuánto viven las amebas, no corresponde que yo se los informe. Y recuerden: el escritor prolífico no es más que una infame invención de los biógrafos.
-Entonces discúlpeme... ¿qué hago? ¿Me pongo un corcho? Y además, digo yo una cosa: ¿dónde me lo pongo?
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