lunes, julio 14

You have the whole world, in your hands.

Un individuo XX partió a estudiar a la universidad de Harvard. XX venía de un Pequeño País Sudamericano, y cuando llegó al Gran País del Norte conoció realmente la vida. Se admiró ante la diversidad del universo, comprendió la aparente insignificancia de sus orígenes. Observó a los hijos del dinero, a los que hacen la historia, a los dueños del mundo. “The sky is the limit”, le explicaron. “Eres especial. Quienes aquí han llegado son los elegidos, sepan que este es un lugar de privilegio”.

Y es verdad. Son pocos los que pueden arribar a los claustros imponentes de la universidad de Harvard. Son pocos los que tienen la fortuna de caminar por el campus en las tardes heladas de Cambridge, o visitar la biblioteca infinita, u ocupar un asiento en las aulas sobrias de la Law School, las más elegantes de la Business School o las pseudo-progres de la Kennedy School.

XX no podía dar crédito a sus ojos, a lo que le sucedía, el vértigo me envuelve, la vida se me va de las manos, escribía a sus amigos del país latinoamericano. Son tantas emociones, esto es increíble.

Y en verdad eran tantas las emociones que a XX se le confundían los afectos, y no sabía que hacer con ellos, y lloraba y lloraba y lloraba de distancia y soledad. De la misma manera que sus compatriotas lloraban de otras distancias y otras soledades en el calor latinoamericano de la siesta.

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