Música para mis oídos
¡Ah no! No, no y no. Ella no puede concentrarse para leer a Aristóteles cuando a distancia de mesa y media hay un hombre que hace ruido de corneta averiada al tomar café. De ninguna manera.
Mire señor, la poética de Aristóteles refiere cómo el artista efectúa una mimesis de la realidad, y habla de cómo en la tragedia se imitan o representan los caracteres nobles y de altas aspiraciones morales y de cómo en la comedia se eligen aquellos que resultan los más putrefactos y decadentes. Usted no sirve ni para lo uno, ni para lo otro, y lo único que logra es desbaratar mi concentración. ¿Así que por qué no se inyecta el café por vía intravenosa y me evita esos ruidos que tanto me perturban? ¿Con qué categoría de bestia infame está usted tratando de mimetizarse?
Por supuesto que al tipo no le dice nada, y tampoco él lee los pensamientos que ella alberga en su alocada cabecita. El tipo continúa produciendo toda clase de variaciones musicales que la vuelven loca. Asqueroso maleducado nadie le enseñó a tomar café en silencio.
La cuenta por favor.
Así que la pobre tiene que irse con Aristóteles a otra parte mientras, para consolarse, se dice que un día de estos se compra un gato y le pone Aristóteles. O Copérnico, así es un gato de las estrellas.
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